Gracias a su generosidad, muchos chicos se han regenerado
¿Qué haces si tienes un negocio, un chico irrumpe en él, te roba y después es detenido por la policía? Seguramente no lo que hizo Yoshihiro Noguchi, un hombre de 73 años que reside en la ciudad de Kitakyushu: darle trabajo.
Hace años, un joven robó la gasolinera de Noguchi y cuando la policía lo atrapó, el anciano decidió contratarlo. ¿Por qué? Porque creía que el delincuente juvenil podía regenerarse si alguien depositaba su confianza en él.
El chico es uno de los 132 menores con problemas de conducta o con la ley que Noguchi ha contratado en los últimos 20 años para que trabajen en su cadena de estaciones de servicio.
En la actualidad, dos tercios de sus 32 empleados permanentes fueron delincuentes juveniles, revela Asahi Shimbun.
Noguchi ha tenido que hacer sacrificios económicos para darles una oportunidad a estos chicos. Para contratar a seis de ellos, el generoso hombre renunció a la remuneración a la que tenía derecho como ejecutivo, diciendo que su salario anual de 2,4 millones de yenes (alrededor de 20.000 dólares), además de su pensión, es suficiente para llevar una vida cómoda.
La esposa de Noguchi fue clave en todo esto. Ella trabajaba en un centro para chicos con problemas, y le pidió a su esposo que le diera trabajo a una chica de 16 años que había delinquido.
Noguchi se rehusó al comienzo, pero al conocerla descubrió a una chica amable y buena, y decidió contratarla. Fue una de sus primeras empleadas con antecedentes policiales.
«Si no dejamos de creer en estos chicos, ellos pueden cambiar», asegura.
Los jóvenes que delinquen se sienten solos porque nadie los entiende o escucha, dice Noguchi, que entiende esa sensación de aislamiento debido a que atravesó por una experiencia similar.
El padre de Noguchi murió de tuberculosis cuando era un estudiante de primer año de secundaria, y dos años después su madre sufrió un derrame cerebral y se vio obligada a permanecer en cama.
Noguchi fue víctima de la pobreza, al extremo de que no tenía dinero para comprar arroz y tuvo que abandonar la escuela.
El joven Noguchi llegó a odiar al mundo. «¿Por qué tengo que sufrir tan grande desgracia?», pensaba.
Sin embargo, la bondad de unos vecinos compasivos que le regalaban alimentos lo inspiraron a ayudar, cuando ya se hizo adulto, a niños y adolescentes con problemas.
Para Noguchi, los delincuentes juveniles son “personas débiles privadas de una vida ordinaria”. «No debemos rechazarlos, debemos aceptar a estos chicos», declara a Asahi.
No todo ha ido bien, claro está. Algunos de los chicos que ayudó le fallaron. Sin embargo, eso no ha mellado un ápice sus convicciones. A su juicio, todo el mundo merece una segunda oportunidad. Y está a dispuesto a seguir dándole trabajo a quien lo necesite.
«Si no dejamos de creer en estos chicos, ellos pueden cambiar», asegura.
¿Y qué fue de la vida del menor que robó su gasolinera? Ahora dirige una compañía de pintura que emplea a delincuentes juveniles. Una extraordinaria manera de retribuir lo que recibió de Noguchi. (International Press)
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