La mayor central del mundo es operada por Tepco
Andrés Sánchez Braun / EFE
Cuatro años después del accidente atómico de Fukushima, la empresa responsable de la planta busca reabrir Kashiwazaki-Kariwa, la mayor central del mundo, una idea que genera un fuerte rechazo popular.
Los siete reactores de fisión de «KK», como se la conoce, se encaraman frente al Mar de Japón sobre una parcela de 4,2 kilómetros cuadrados a caballo entre los dos municipios de la prefectura de Niigata (noroeste del país) que le dan nombre.
A la entrada del centro de visitantes, un diploma del Libro Guinness la acredita «como la mayor del mundo» por su capacidad para generar hasta 8,2 millones de vatios de electricidad, suficiente para dar luz a mas de 6 millones de hogares.
Al igual que las otras 15 centrales nucleares en condiciones operativas de que dispone Japón, «KK» permanece desactivada a raíz del accidente causado en Fukushima por el terremoto y tsunami del 11 de marzo de 2011.
Pero esto parece a punto de cambiar ya que, pese a la oposición que manifiesta más de la mitad de japoneses en las encuestas, dos plantas en el sur y el oeste del país están encaminadas a retomar la actividad este año tras cumplir los nuevos requisitos de seguridad establecidos por la Autoridad de Regulación Nuclear (NRA).
TEPCO también ha remitido documentación para que la NRA dé su visto bueno a Kashiwazaki.
Para cumplir esas nuevas exigencias se ha alzado el muro que rodea los reactores 1 a 4 hasta los 15 metros por encima del nivel del mar, altura sobre la que están construidas las otras tres unidades de fisión y considerada segura a partir de las últimas proyecciones de tsunamis en la zona, que estiman olas de un máximo de 6 metros.
Los nuevos sistemas de filtrado, la construcción de un embalse o la instalación de decenas de generadores móviles, depósitos de combustible o cuadros de distribución de emergencia deberían evitar que en caso de accidente se emitan gases muy radiactivos o se pierda el suministro eléctrico y la refrigeración como sucedió en Fukushima.
Todo esto le ha costado hasta el momento a TEPCO unos 270.000 millones de yenes (algo más de 2.000 millones de euros), cuenta el vicegerente de la planta, Katsuhiko Hayashi, mientras muestra los simuladores de la central.
Aquí, explica, se han reforzado los «entrenamientos a ciegas» de los técnicos, que incluyen situaciones hipotéticas como fallos en los sistemas que enfrían los reactores o fusiones en los núcleos de los mismos.
Y aún así, pese a todo lo invertido y ensayado, resulta poco probable que la NRA, y menos aún las autoridades y los vecinos de los municipios colindantes, den a corto plazo su visto bueno a la reactivación de esta central, que carga con un doble estigma.
Además de ser propiedad de la empresa que está detrás del mayor desastre nuclear desde Chernóbil, «KK» ya sufrió pequeñas fugas radiactivas, las primeras en la historia de Japón, a causa de un terremoto de 6,6 grados Richter que golpeó Niigata en 2007.
El gerente de la central, Tadayuki Yokomura, admite la mala reputación que se han labrado TEPCO y su «gigante nuclear», pero, al igual que los directivos de la empresa, se agarra a la reactivación de «KK» como tabla de salvación.
Al igual que al Gobierno de Shinzo Abe, deseoso de reabrir plantas para reducir la importación de hidrocarburos y la dependencia enérgica exterior del país, a la compañía le pesa más la urgencia económica que lo impopular de su plan.
Y es que TEPCO, intervenida por el Estado y obligada a sufragar el ruinoso desmantelamiento de Fukushima y a suministrar luz a más de 25 millones de clientes con medios mucho más costosos, deja de ingresar unos 100.000 millones de yenes (750 millones de euros) al año por cada uno de los siete reactores inactivos.
No parece un argumento válido para muchos japoneses que, con el recuerdo de Fukushima aún presente, han llegado en algunos casos a plantear demandas contra las eléctricas para evitar las reaperturas.
En caso de que estas prosperaran se complicarían enormemente los planes de Abe y de TEPCO, que tendría que resignarse a que «KK», su «gigante nuclear», siga durmiendo plácidamente a orillas del Mar de Japón.
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