Los atentados de París, el aviso más grave sobre los semilleros islamistas

Al menos uno de los terroristas fue entrenado por Al Qaeda en Yemen


Said Kouachi
Said Kouachi

Jairo Mejía / EFE

Los atentados de París, donde al menos uno de los atacantes recibió adiestramiento por los yihadistas en Yemen, pone en evidencia el riesgo impredecible que suponen los semilleros de extremistas en Siria e Irak, donde Estados Unidos sigue informando de avances.

Según los servicios de inteligencia franceses y estadounidenses, al menos uno de los atacantes, Said Kouachi, de 34 años y de nacionalidad francesa, recibió entrenamiento durante los meses que pasó en 2011 en Yemen con Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), una de las filiales del grupo terrorista más activas.


Las acciones de Said Kouachi y su hermano Chérif, de 32 años, que pasó 18 meses en prisión por intentar viajar hace una década a Irak para unirse a la yihad, demuestran la dificultad de identificar, seguir o reintegrar en la sociedad a los jóvenes que eligen convertirse en combatientes radicales en Oriente Medio.

Ambos hermanos formaban parte de la lista estadounidenses de sospechosos de terrorismo que no pueden volar a Estados Unidos (con no más de 50.000 nombres) y habían estado bajo el radar de los servicios de inteligencia galos, algo que no evitó que discretamente prepararan uno de los atentados más graves en medio siglo en Francia.

Los Kouachi también formaban parte de la Terrorist Identities Datamart Environment (TIDE), una base de datos de los servicios secretos estadounidenses con algo más de un millón de sospechosos con vínculos terroristas. Pese a todos los recursos que maneja el espionaje estadounidense y europeo, ambos pasaron desapercibidos durante años.


En el caso de Yemen, Estados Unidos ha trabajado muy de cerca con las autoridades del gobierno central en Saná, compartiendo inteligencia y llevando a cabo desde 2004 bombardeos secretos con drones contra posiciones de Al Qaeda y sus campos de entrenamiento, por donde han pasado importantes figuras del islamismo radical con pasaporte occidental.

Entre esas figuras se encontraba el estadounidense de origen yemení Anwar al Awlaki, muerto a finales de 2011 en Yemen por drones de EEUU y que pudo haber mantenido contactos con Said Kouachi y haberle transmitido su idea de yihad contra occidente antes de morir bajo las bombas.


Pero tras una década de bombardeos en Yemen, que se intensificaron significativamente con la llegada del presidente Barack Obama a la Casa Blanca en 2009, AQPA sigue siendo una seria amenaza tanto dentro del país como en el exterior (el mismo día del atentado contra Charlie Hebdo Al Qaeda mató a 37 personas con un coche bomba en Saná).

Pese a que Yemen no es Siria o Irak ni Al Qaeda (en competencia con el EI) tiene la misma organización u objetivos que el califato suní de Abu Bakr al Bagdadi, ambas organizaciones se han convertido en trampolines para jóvenes musulmanes insatisfechos y dispuestos a recibir entrenamiento militar en países en guerra.

Según indicó esta semana John Carlin, adjunto para la Seguridad Nacional del Secretario de Justicia, Estados Unidos calcula que hay unos 18.000 combatientes extranjeros de unos 60 países luchando y recibiendo entrenamiento insurgente en Siria e Irak.

Más de 3.000 de ellos provienen de Europa occidental y en su mayoría tienen pasaportes europeos, una nueva cantera del radicalismo en la que podría gestarse un nuevo atentado como el que ha paralizado París durante tres días y que comenzó con la muerte de 12 personas en el ataque a la sede del semanario satírico «Charlie Hebdo».

«Sin duda el enfoque en la amenaza de combatientes extranjeros ha aumentado mucho en los últimos seis a nueve meses (…) y es algo en lo que trabajamos muy de cerca con Francia y otros socios en todo, dedicamos un gran esfuerzo internacionalmente a la lucha contra el extremismo», explicó este jueves la portavoz del Departamento de Estado Jen Psaki.

Los atentados de París demuestran que la lucha contra el radicalismo y los llamados «lobos solitarios» lleva tiempo y en el caso del EI, contra el que Estados Unidos ha estado actuando militarmente desde el aire desde hace solo cinco meses, la amenaza sigue presente.

Según el Pentágono, los bombardeos aéreos y el apoyo de fuerzas locales por tierra ha conseguido frenar los avances de los radicales suníes del EI, que se han nutrido de centenares de combatientes extranjeros, al tiempo que ha destruido gran parte de su infraestructura de financiación, desde pozos petrolíferos hasta vías de recepción de donaciones internacionales.

Pese a todo, el EI, una milicia con el potencial, según EEUU, de convertirse en una amenaza mayor que la de Al Qaeda, mantiene el control de zonas de mayoría suní en Siria e Irak en las que siguen actuando con impunidad y amasando sofisticados arsenales.

Según Bruce Riedel, director del Intelligence Project de Brookings Intitution en Washington, el mayor peligro es que el atentado de París desencadene una lucha entre Al Qaeda y el EI para demostrar su relevancia con grandes atentados en Europa.

«La guerra por determinar quién es el legítimo heredero de (Osama) Bin Laden va a llevar a una competición para superar al otro. En este contexto un gran atentado en Europa es visto como un logro», advierte Riedel.

 


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