Tradicionalmente estaban vinculados a la imagen de gánster
Atahualpa Amerise / EFE
Continuas redadas, fuertes multas, incluso cárcel y una vida laboral en la clandestinidad. Es lo que afrontan los profesionales del tatuaje en Corea del Sur, un país donde el arte de inyectar tinta en la piel es ilegal a pesar de que la moda crece cada año.
«Como es ilegal, no podemos poner un cartel en la puerta», se excusa Kim Ki-bok, uno de los tatuadores más reconocidos en Seúl, a la entrada de su estudio camuflado como piso residencial en la cuarta planta de un viejo edificio del céntrico barrio de Hongdae, cuna del arte y las nuevas tendencias en el país.
A pesar de que legalmente figuran como «desempleados», cuatro tatuadores trabajan cada día desde hace 10 meses en este local durante largas horas, con un ojo puesto en la piel del cliente y el otro en una posible irrupción de agentes de la policía.
Desde que hace unos dos años logró hacerse un nombre entre los aproximadamente 20.000 tatuadores que hay en Corea del Sur -según estimaciones del Gobierno- Kim contornea con sus agujas la piel de unas tres personas cada día.
«He tenido suerte y nunca me han pillado», comenta a Efe, aunque reconoce que muchos de sus amigos han recibido «fuertes multas» e «incluso alguno ha entrado en prisión», asegura.
Las leyes surcoreanas consideran los tatuajes un procedimiento médico que solo pueden realizar doctores titulados en clínicas y hospitales, algo que relega a la clandestinidad a los auténticos profesionales de este ámbito.
«Cada vez más ciudadanos se tatúa y el 99 por ciento lo hace en estudios ilegales, por lo que han surgido problemas» como denuncias por malas prácticas producto de la desregulación, expuso en el Parlamento el diputado Kim Chon-jin cuando a finales del año pasado presentó una propuesta para legalizar estos procedimientos.
Sin embargo, la Asamblea Nacional no considera una prioridad la legalización de los tatuajes y por el momento mantiene congelado el debate.
El tatuador Kim Ki-bok se muestra optimista al calcular que «existen posibilidades de que se legalice en un plazo de 3 a 5 años», lo que le permitiría dejar de trabajar con miedo a que en cualquier momento la policía lleve a cabo una redada en su estudio.
Kim, miembro de la asociación «Tattooist», que funciona como un sindicato para este tipo de profesionales, basa sus expectativas de legalización en la cada vez mayor aceptación social del tatuaje en la conservadora sociedad surcoreana.
Curiosamente, la persona que más ha contribuido a la causa es un joven extranjero. Con solo 20 años el australiano Daniel Snoeks es toda una estrella de la televisión en Corea del Sur desde que participa en «Non-Summit», uno de los programas con más audiencia de los últimos años, en el que inmigrantes de varios países debaten sobre diversos temas en coreano.
Daniel, cuyas manos y gran parte de su cuerpo están tatuados con dibujos de varios estilos, asegura a Efe que quiere aprovechar su fama para «lograr la legalización de los tatuajes» en el país asiático.
«Desde que soy famoso ha cambiado mucho la percepción social de los tatuajes. De hecho, ha sido la primera vez que los coreanos ven a alguien en televisión con tatuajes en el cuello y en las manos», comenta el australiano, que se ha ganado en el programa la imagen de un joven respetuoso y ejemplar.
Daniel recuerda que cuando llegó a Seúl hace un año y medio la gente en el metro se apartaba de él y comentaba que sus tatuajes eran «asquerosos» o «daban miedo», pero tras el salto a la fama «ahora todo el mundo quiere hacerse una foto» con él cuando usa «el transporte público», comenta.
Y es que los tatuajes en Corea del Sur tradicionalmente «estaban vinculados a la imagen de gánster y chicos malos», explica el tatuador Kim, pero hoy «mucha más gente, y especialmente los jóvenes, los ven como algo atractivo y de moda», asegura.
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