Por Jorge Barraza*
¿Es un pájaro…?, ¿es un avión…? ¡No, es Messi…! El avión de Argentina, con los motores en llamas, se estrellaba irremediablemente contra el suelo, pero apareció, una vez más, el superhéroe, atajó el aparato y lo depositó con suavidad en tierra firme. No todos salieron ilesos; el técnico Sabella quedó chamuscado, el libreto del equipo se incendió, varios jugadores presentan quemaduras.
Aún sin perder, el 0-0 frente a Irán era un ridículo mayúsculo para Argentina, que compuso, quizá, su peor actuación en los casi tres años de Sabella como entrenador argentino. Hasta el minuto 91, el equipo albiceleste fue un páramo futbolístico, ni una idea, ni el oasis de dos pases seguidos, ni una patriada individual. Nada, cero. Lo único, como siempre, Messi, intentando alguna buena jugada, pero totalmente abandonado a su soledad. Todos dicen querer a Messi, pero nadie le devuelve un pase ni se le ofrece para triangular.
Los futbolistas tienen olfato canino: cuando ven que el de enfrente no es nada, se le van encima. Eso sucedió con Irán. Se habían situado los once atrás previendo un vendaval argentino. Sin embargo, en un momento dado se percataron de la insólita flojedad adversaria y comenzaron a sopesar un plan, hasta ahí impensado: atacarlo. Lo hicieron. Y convirtieron al arquero Romero en figura tapando tres pelotas con claro destino de gol.
Siempre se puede estar peor. La pavorosa presentación ante Irán obró un milagro: que la desabrida faena frente a Bosnia pareciera aceptable. De lo visto hasta ahora, Argentina no alcanza el nivel de candidato. Está en octavos de final porque tiene a Messi (a quien le debe quedar cada vez más claro que será difícil ser campeón del mundo con esta selección). En un momento del primer tiempo, el numeroso público argentino en Belo Horizonte calificó lo que estaba viendo con un canto: “Ooolé, olé, olé, olááá… Irán, Irán…”
El gesto adusto, contrariado de los jugadores albicelestes graficaba su desorientación. No hay alegría en su juego ni en sus rostros. No aparece la armonía, que es la madre de todo funcionamiento, de todo sistema o estilo. De la armonía parte el convencimiento y de este la ilusión. A propósito de ello, el diario Marca, de Madrid, acertó con el titular del partido: “El sistema es Messi”, puso, no hay más. Al menos de momento. Ojalá logre levantar en lo que viene.
Los tres entrenadores argentinos en este Mundial (Pekerman, Sampaoli, Sabella) han disputado dos partidos cada uno. Y ganaron los seis. No obstante, los dos primeros parecen tener las ideas clarísimas respecto al juego, a sus equipos. A Sabella se lo ve confundido, y el plantel parece captar esa turbación. “Lo bueno es que hizo autocrítica”, comentó un periodista en la sala de prensa. “Sí, pero con autocrítica no salís campeón del mundo”, le respondió otro.
De cómo ha cambiado el fútbol, habla este partido. En décadas anteriores, jugando igual de mal, Argentina de todos modos hubiese ganado 4 a 0. Esta vez apenas lo rescató el milagroso zurdazo de Messi, que llevaba tanto efecto que parecía irse lejos del arco y finalmente terminó colándose incluso sin tocar el palo. Irán, aún metido atrás, lució mejor, fue más ofensivamente y mereció llevarse algo. Incluso hubo un penal de Zabaleta a Dejagah que el juez serbio Mazic no vio. Pareció que el marcador había despejado la pelota, pero nunca la tocó, sí le pegó al atacante iraní. Mazic estaba detrás de ambos, por eso no lo vio.
La película argentina tuvo idéntico libreto en las dos primeras presentaciones: diálogo pobre, guión insulso y bostezos hasta que aparece el superhéroe, arranca las únicas sonrisas de la platea y The End.
* EL CHARRÚA DE ORO. “Suárez tiene que demostrar”, chicaneó Roy Hodgson el martes pasado en conferencia de prensa. «Puedes ser un gran jugador en tu liga, pero para ser un jugador de talla mundial tienes que brillar en esta Copa», siguió el técnico de Inglaterra, muy desenvuelto. ¡Ay, Hodgson, Hodgson…! El ABC del fútbol dice que nunca debes azuzar a un rival justo antes de enfrentarlo. Un error elefantístico del entrenador británico. ¡Picanear a Luis Suárez…! ¿Cómo un DT veterano y mundialista puede cometer tal desatino…? ¿Quiso achicarlo…, ponerlo nervioso…? ¿No está enterado del temperamento de este fenómeno…? ¿Dónde vive Hodgson… no es en el mismo lugar donde Suárez destaca cada domingo…? Además, Roy es olvidadizo: ya en el Mundial anterior el punta uruguayo deslumbró y Uruguay terminó cuarto.
El goleador volvió de una operación de menisco con el Mundial encima y le demostró al DT y a Inglaterra: 2 a 1 con dos goles suyos. Tremendos golazos. Siempre mostrando su clase, su viveza, su fuerza mental y física. Estamos frente a un jugador notable, crack de todos los tiempos, que aparece puntual en el momento cumbre. Porque volvía de la lesión, porque era frente a Inglaterra, país con el cual tiene una peculiar historia (donde hasta han pedido expulsarlo de la Liga). Y porque Uruguay parecía eliminado y necesitaba de su rescate. Si parece un cuento… Que a nadie le vendan ficciones: Suárez era crack en los ’60, en los ’80 o en el tiempo que fuera. Su genio y su figura traspasan los tiempos. Empezó de chico en Nacional, pero no es un jugador de cantera, de laboratorio, es un producto de potrero, de barrio, tiene toda la astucia, la picardía que se adquieren en la despareja superficie de la calle, en la áspera disputa con otros bravos. Lo suyo no se enseña, se tiene.
Posee, además, el plus de ser un futbolista excepcional con cero marketing detrás. La suya es fama genuina, ganada únicamente en la cancha, por mérito, no vende calzoncillos, ni anteojos ni sale en portadas de revistas para damas mostrando abdominales, casi no hace publicidades (apenas algunas en Uruguay), tiene una esposa normal y lleva una vida discreta. Por eso se cotiza menos que otros. Por eso, también, lo valoramos doble.
*Ex articulista de El Gráfico y director de la revista Conmebol, (a) International Press.