Mamá en Japón se queja de hijos que no le hacen caso por leer

 

Experta le dice, por el contrario, que los niños están creciendo muy sanamente


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¿Que un niño lea mucho puede ser motivo de queja? ¿Acaso no es bueno que lo haga? Una mamá de Saitama no lo ve así. E (así se identifica) tiene dos hijos y le escribe a Yomiuri Shimbun en busca de consejo porque le preocupan sus niños.


El mayor tiene 10 años y asiste a una escuela de nivelación. El chico tiene bastante tarea, pero prefiere leer. Le gusta mucho hacerlo. Cuando ella le pide que primero haga su tarea y que luego lea, él le responde con evasivas. Si la mamá se pone fuerte y alza la voz, el niño parece hacerle caso, pero apenas ella lo pierde de vista, él comienza a jugar con su hermano menor o se va al baño a leer.

Como no llega a terminar la tarea, tiene que hacerlo en la escuela después de las clases regulares, así que vuelve muy tarde a casa, cuenta la mamá.

El menor está en el kínder y, como a su hermano mayor, también le gusta leer. Y es un niño muy inquieto. Cuando en las mañanas la mamá lo apura para llevarlo al jardín de infancia, el pequeño se pone a jugar con su ropa o sus juguetes. Incluso durante el trayecto al kínder, se distrae con lo que encuentra en el camino, juega aquí y allá, etc. Cuesta hacerlo avanzar.


E dice que descuida las tareas del hogar por estar vigilando constantemente a sus hijos. Como resultado, la casa está desordenada. Y para complicar las cosas, su esposo la acusa de floja y negligente ama de casa.

Vía Yomiuri, la profesora universitaria Masami Ohinata le responde que entiende su situación, pero que –mirando las cosas con objetividad– “sus hijos están creciendo muy sanamente”.


Se trata de ver el lado positivo de las cosas. Por ejemplo, al hijo mayor le gusta mucho leer. “Imagínese cómo se siente cuando está inmerso en la lectura. Es probable que esté entusiasmado de encontrar un mundo desconocido”, le escribe.

Con respecto al más pequeño, que se distrae durante el camino el kínder, apunta: “Puedo imaginar que su hijo menor encuentra nuevas cosas interesantes una tras otra como parte de su caminata de rutina al jardín de infancia y que es muy feliz con cada una de ellas”.

Ohinata sospecha que lo que más le fastidia a E y le impide disfrutar a plenitud del “maravilloso crecimiento” de sus hijos es su esposo, que parece el tipo de sujeto que cree que los hombres deben trabajar y las mujeres encargarse de la casa y los niños.

Para la catedrática el problema no son los niños, sino el esposo, que debería valorar y mostrar gratitud por el esfuerzo que ella hace para criar a sus hijos.

Ohinata va más lejos. Sostiene que E debería estar orgullosa de la manera en que está criando a sus hijos y de lo bien que se están desarrollando. En vez de preocuparse por ellos, dice, debería centrarse en “educar a su esposo” para que cambie de mentalidad. (ipcdigital)

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