El complejo Toranomon Hills es el segundo edificio más alto de la capital japonesa
Andrés Sánchez Braun / EFE
Tokio presentó esta semana la primera gran pieza de su nuevo rompecabezas urbano pensado para los Juegos Olímpicos de 2020 y con el que busca volver a mirar al cielo con el estreno de amplios y vistosos bulevares y rascacielos de altos vuelos.
El nuevo tótem recién desvelado es Toranomon Hills, un complejo integrado por tiendas, restaurantes, espacio para conferencias y eventos, el primer hotel boutique en la capital nipona o un conjunto de viviendas que promete estar entre los más caros de la ciudad, todo vertebrado por una torre de 52 pisos.
Con sus 257 metros, que lo convierten en el segundo edificio más alto de la megalópolis japonesa, el emplazamiento busca ser el nuevo eje que haga converger las dos zonas donde se desarrollarán los JJOO dentro de seis años: las islas artificiales de la bahía que se extienden al este y la llamada «zona patrimonial» en tierra firme.
Y es que Toranomon Hills se levanta en plena Shintora dori, una nueva arteria recién estrenada el pasado marzo tras más de una década de intensas obras.
La avenida, cuya idea surgió inicialmente en 1946 antes de quedar en un cajón, ha visto la luz tras años de expropiaciones y trabajos de construcción para lograr ampliar la vía existente y levantar a la vez una autopista bajo su superficie que completará la llamada circunvalación número 2 de la ciudad y la conectará con la bahía.
El que la autovía se haya soterrado ha posibilitado el diseño de una avenida más ancha incluso que la famosa Omote-sando de Tokio, que albergará hileras de árboles y terrazas al aire libre, algo muy poco común en el centro de la capital nipona, caracterizada por su abigarrado plano urbanístico.
De este modo, la conocida también como «Avenida MacArthur», (el proyecto original buscaba conectar la bahía con la embajada estadounidense, donde entonces residía el famoso general), quiere convertirse en la nueva arteria simbólica de la capital de Japón.
Tras haber abandonado los barrios financieros de Shimbashi y Toranomon al son del milagroso acelerón económico de la posguerra y más tarde al del desenfreno de la preburbuja inmobiliaria, Tokio busca ahora con este proyecto crear un espacio renovador en el corazón de estos dos distritos un tanto grises y ajados.
Un pequeño pulmón de vegetación abundante en el que poder disfrutar de una amplia porción de cielo, una rareza en estas partes de la ciudad, será el principal reclamo de este área designada por el Gobierno metropolitano como «zona especial» para atraer a multinacionales que quieran instalar aquí sus sedes asiáticas.
La mano encargada del proyecto es la misma -el grupo de construcción Mori- que ya logró atraer el turismo y los negocios al barrio de Roppongi con otros dos megaproyectos que regeneraron por completo esa zona de la ciudad.
Mientras que en un extremo de Shintora Dori nuevos restaurantes y cafés empiezan ya a aflorar a diario, en la otra punta de la avenida el Hotel Okura, toda una institución en la ciudad, acaba de anunciar un ambicioso proyecto para transformarse de cara a los Juegos y competir a la altura del nuevo y cercano hotel.
Para ello, invertirá unos 100.000 millones de yenes (unos 725 millones de euros) en levantar dos torres, una de ellas de unos 200 metros, que alojarán oficinas y unas 550 nuevas habitaciones y prometen alimentar la poderosa transformación olímpica del este de Tokio.
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