Sin embargo, su visita a Yasukuni agrava tensiones en Asia
Andrés Sánchez Braun / EFE
El primer ministro japonés, Shinzo Abe, visitó el jueves, día en que cumplía un año en el poder, el polémico santuario de Yasukuni, gesto que ha sido duramente criticado por Pekín y Seúl y contribuye a empeorar el tenso clima diplomático en la región.
Los Gobiernos de China y Corea del Sur, dos países que padecieron el dominio colonial nipón hasta 1945, criticaron duramente la sorpresiva visita.
El portavoz de la cancillería china, Qin Gang, consideró que la acción del primer ministro japonés «pisotea de manera grosera los sentimientos del pueblo chino y otros pueblos asiáticos» que padecieron el expansionismo de Japón.
La visita de Abe llega apenas un mes después de que Pekín anunciara la creación de una controvertida zona de identificación de defensa aérea (ADIZ), que exige identificación a las aeronaves extranjeras que la atraviesen y enmarca a las islas Senkaku (Diaoyu en chino), controladas por Tokio pero reclamadas por Pekín.
La disputa a cuenta de estos islotes deshabitados se ha recrudecido desde que en 2012 el Gobierno nipón comprará varios de ellos a un particular japonés y desde entonces ha enfriado las relaciones bilaterales.
Por su parte, el Gobierno surcoreano calificó de «lamentable» la visita al santuario, «el cual glorifica agresiones coloniales y consagra a criminales de guerra», según explicó en un comunicado el Ministro de Cultura, Yoo Jin-ryong.
Los lazos entre Tokio y Seúl, que también se disputan otro grupo de islotes en el Mar de Japón, no han estado en buena sintonía desde la llegada al poder de Abe, al tiempo que la presidenta surcoreana, Park Geun-hye, se ha mostrado reacia a acoger este año la cumbre trilateral que los tres países han celebrado anualmente desde 2008.
EEUU, principal aliado militar de Japón, quiso también pronunciarse sobre la polémica visita del primer ministro nipón y a través de su embajada en Tokio aseguró sentir «decepción» por un gesto que considera que «agravará las tensiones» con sus vecinos.
Por su parte, Abe defendió su acción y subrayó que su intención «no era herir los sentimientos» de China o Corea del Sur.
«Es un malentendido pensar que esta visita significa venerar a criminales de guerra. No se trata de eso. Simplemente he ido al santuario a presentar mis respetos con motivo de mi primer año en el cargo», dijo el primer ministro tras realizar una breve oración en el interior del recinto.
El político conservador aseguró que dedicó un rezo a aquellos que perdieron la vida por Japón, y que con ello quería mostrar que su propósito es que su país «nunca volverá a participar en ninguna guerra».
El jefe de Gobierno incluso hizo público un comunicado titulado «Compromiso con la paz eterna» en el que pidió la «comprensión» de todas las partes implicadas.
Los más críticos consideran que la visita es definitoria de la política de Abe, cuyos dos mandatos han estado marcados por gestos contradictorios y discutibles hacia sus vecinos.
Nieto del ex primer ministro Nobusuke Kishi, un proimperialista condenado y rehabilitado después por EEUU, Abe es uno de los grandes impulsores de la omisión de las tropelías de Japón en Asia antes y durante la II Guerra Mundial en libros de texto que han pasado por las manos de millones de nipones desde la pasada década.
En esta legislatura se ha propuesto además sacar adelante varias reformas polémicas que ya persiguió durante su corto primer mandato, como la de enmendar la Constitución pacifista nipona para modificar el rol de las Fuerzas de Auto Defensa y potenciar sus capacidades ante la pujanza de China.