La platiniesca idea de llevar los Mundiales a 40 equipos ha despertado, sino polémica, al menos debate. ¿No es suficiente ya con 32…?, se preguntan muchos. “¿Aumentar para que entre quién… Tahití…?”, me protestaba casi ‘Pacho’ Maturana, dilecto amigo en esta andadura de la pelota. “Mira, si la iniciativa hubiese salido de la Comisión Técnica de la FIFA, que estudia el fútbol desde el juego, sería una cosa, pero esto viene por otro lado”, agrega. “No hay tantos buenos equipos como para que el Mundial se amplíe a 40. Chipre, Malta, Filipinas, todos juegan el Mundial, sólo que en su fase eliminatoria. La Copa es para los 32 mejores”.
Muy atendible lo de Pacho, sin la menor duda. Estamos de acuerdo en lo primero, disentimos en lo segundo. Es posible que en FIFA hayan deslizado que Asia y África merecen más cupos (o que se sientan presionados, o que vean que es un negocio maravilloso potenciar al Asia, la economía que se viene); y que no puede ser que entre ambos tengan 9 plazas y media mientras Europa goza de 13. Que habría que redistribuir mejor sacando del Viejo Mundo. De allí que Platini se anticipara y dijera: “Estoy de acuerdo en aumentarle a África y Asia, pero antes de quitarle a Europa sería conveniente llevar la Copa a 40 equipos”.
Este mismo cronista no es totalmente partidario (sobre todo si nace de una motivación mezquina); tampoco está en contra. No hay que cerrarse a los cambios. La experiencia muestra que todas las modificaciones hechas en la Copa Mundial, en la Eliminatoria, la Libertadores, en la Champions League y otras fueron positivas, innovadoras, refrescantes. Y que 8 países más estarían felices.
Echémosle una mirada al fútbol del mundo. Debemos convenir que, cuando jugaban 16 ó 24 equipos, el fútbol era otro en el mundo, había 6 ó 7 selecciones poderosas: Brasil, Argentina y Uruguay en América; Alemania, Italia e Inglaterra en Europa. Esa era la élite. Luego estaban las más o menos fuertes o considerables como Portugal (por Eusebio), Hungría (respetada por su pasado), Suecia (por una generación dorada de los ’50), Unión Soviética (por su infinita vastedad y sus cientos de millones de habitantes), Yugoslavia, que eran 6 repúblicas juntas.
Holanda aún no despertaba; España era apenas una buena liga y un fútbol tosco, menor; y Francia todavía jugaba con franceses nativos (aunque para el ’66 clasificó utilizando ya a tres delanteros argentinos: De Bourgoing, Combín y Rambert).
La FIFA tenía, antes de asumir Joao Havelange, 164 asociaciones. Y de ellas unas 100 no sabían patear una pelota. Hoy hay 40 ó 50 que son competitivas.
Hace 20 años México era una nota de color en los Mundiales; Estados Unidos no existía futbolísticamente, hoy si bien no son una potencia representan fuerzas importantes. Eso mismo pasa con Japón, Corea del Sur, Chile, Ecuador, Paraguay, Suiza, Nigeria, Camerún, Ghana, Costa de Marfil y varias más. Africanos y asiáticos eran algo decididamente exótico. Una de las noticias resaltantes del Mundial ’74 decía que Zaire (ahora República Democrática del Congo), había llevado a Alemania una tonelada de carne de mono, el plato favorito de sus jugadores. Yugoslavia le ganó 9 a 1. Los jugadores zaireños no conocían en profundidad el reglamento.
En España ’82, El Salvador perdió 10 a 1 con Hungría (en este momento posiblemente empatarían). No pasó hace cien años, fue mucho más acá. Y no vayamos tan lejos, hoy España se escandaliza porque el Barcelona contrata a un técnico sudamericano (¡Jesús, qué disparate…!), pero previo a los Juegos Olímpicos de 1992, la patria de Cervantes no era nada en el fútbol, un buen mercado para ir a hacer dinero y punto. Si uno tenía un amigo español y quería gastarle una broma le decía que la veía a España de candidata para ganar el Mundial. Hasta él se reía. Hoy es bicampeona de la Eurocopa, campeona del mundo y son los maestros del juego. La vida es dinámica y las cosas cambian, no hay que vivir aferrado al pasado ni a formas establecidas para siempre.
Hasta 1974, decíamos, la FIFA tenía unas 164 asociaciones miembro, hoy tiene 209. Y de estas, al menos 100 se paran bien, saben de qué se trata. Concacaf es un paradigma: además de México y Estados Unidos, Costa Rica, Honduras, Panamá juegan bien; Guatemala, El Salvador, Trinidad y Tobago, Jamaica dan batalla.
El crecimiento notable de Ecuador y Venezuela en Sudamérica son otro ejemplo. En 1975, Argentina goleó 11 a 0 a Venezuela. Daba mucha pena ver eso. En esta Eliminatoria la Vinotinto derrotó a la albiceleste con Messi, Agüero y toda la compañía; y la pasó por encima del minuto uno al 90. Y a partir de ahora le va a ganar más seguido. El fútbol no se igualó para abajo. Patrañas, Argentina sigue siendo Argentina, simplemente Venezuela creció. Negarlo es pretender ignorar la realidad. El fútbol no es una balanza en que uno sube y el otro inevitablemente tiene que bajar.
Colombia está en camino de convertirse en un grande del fútbol (deberá ratificarlo permanentemente durante años para ostentar ese rótulo; y ganar algún torneo gordo); Chile avanza, ya no muestra sus antiguos problemas “de mentalidad”. Salvo Bolivia y Perú, las otros 8 selecciones se mantienen arriba o evolucionan.
Justamente quienes menos han adelantado son aquellos a quienes intentan regalarle más cupos, africanos y asiáticos. Pero incluso ellos muestran una parábola ascendente. Japón jugará su quinto Mundial consecutivo. Y China está trabajando; empezó por crear una liga estelar, de muchas estrellas. Va a mejorar, nadie tenga dudas.
De entrada no parece una idea extraordinaria la de los 40 equipos, tampoco es descabellada. Hasta ahora todos los cambios -muy criticados por cierto- se impusieron y fueron exitosos.
La base de calidad se ha ensanchado, no es tan loco imaginar una Copa de 40.
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