La torre Nagakin, la imagen de un Tokio que no pudo ser

Arquitecto japonés concibió un edificio con «apartamentos cápsula» que se podían quitar o poner


Adrián Espallargas / EFE

Vivir en un edificio compuesto por los llamados «apartamentos cápsula», que se pueden añadir, quitar o reemplazar de la estructura del inmueble, fue la idea futurista con la que el arquitecto japonés Kisho Kurokawa diseñó la Torre Nagakin de Tokio en 1972.


Cuarenta años después el estado de este edificio único en el mundo dista mucho del futuro visionado por Kurokawa. Las cápsulas no tienen agua caliente, la calefacción no funciona, el óxido se come las paredes y solo 40 de los 140 módulos disponibles están habitados.

«La torre ha ido quedándose obsoleta con el paso del tiempo porque las cápsulas tendrían que haber sido renovadas cada 25 años, pero hasta ahora no ha sido reemplazada ninguna», explica a Efe Abe Masato, propietario de uno de los apartamentos.

Esta emblemática torre forma parte del movimiento metabolista japonés, una corriente arquitectónica nacida en los años 60 que visionaba un mundo moderno en el que los edificios estarían en continuo cambio, rompiendo así con la arquitectura tradicional de espacios fijos.


Kurokawa fue uno de los arquitectos líderes de este movimiento y concibió la torre-cápsula como un prototipo que sería el primero de muchos que se extenderían por toda la ciudad.

El inmueble se encuentra en el céntrico barrio de Shimbashi, rodeado de rascacielos de oficinas y se compone de dos torres centrales a las que pueden acoplarse las cápsulas.


Esas cápsulas pueden ser sustituidas por otras nuevas para, de esta manera, remodelar por partes el edificio, como si se tratará de un organismo vivo.

«Este el único edificio construido a base de módulos en el mundo, por lo que hay varios factores técnicos complejos que dificultan la sustitución de las cápsulas», comenta a Efe el profesor asistente de fotografía en la Universidad de Harvard, Noritaka Minami, quien ha realizado un proyecto fotográfico sobre la torre Nagakin.

Minami explica que no hay empresas que se dediquen exclusivamente a cambiar los módulos, dado que nunca se construyeron más edificios similares y, además, los arquitectos no saben con certeza cómo afectaría a la estabilidad del resto de las cápsulas si una de ellas fuese retirada, puesto que es algo que no se ha hecho nunca.

La imagen anacrónica que proyecta la torre Nagakin dentro del collage tokiota ha hecho que varias voces hayan pedido que sea demolida y sustituida por un nuevo edificio de apartamentos más acorde con el Japón actual.

En este sentido, Minami recuerda que hubo un proyecto para derribarlo y sustituirlo por un bloque de apartamentos tradicional, pero la crisis económica de 2008 hizo que aquellos planes quedaran estancados y, a día de hoy, aún no se sabe cuál será el futuro del inmueble.

Según Masato, dueño de una de las cápsulas, los propietarios están divididos sobre qué hacer con este edificio. Mientras que unos defienden su renovación, otros prefieren que sea demolido, recibir una remuneración y mudarse a otro apartamento.

«A mí me gustaría que el edificio se mantenga, pero la estructura ha de ser revisada y necesita ser renovada urgentemente», opina este treintañero que compró su cápsula hace tres años.

Por su parte, el profesor Minami cree que la torre Nagakin debería ser preservada como una reliquia histórica de un movimiento arquitectónico que visionó un Tokio futuro que nunca llegó a materializarse.

En su opinión, el arquitecto Kurokawa ha sido uno de los «más importantes» del país y la torre Nagakin fue construida después del milagro económico de los años 60, por lo que simboliza la forma de pensar de una época japonesa muy diferente a la actual.

«En la década de los 60, cuando el movimiento metabolista estaba en auge, tuvieron lugar los Juegos Olímpicos de Tokio 64 y se hacían edificios como la torre Nagakin», indica.

Ahora los Juegos Olímpicos vuelven a la capital nipona 56 años después y el evento hace que gran parte de las infraestructuras de la ciudad tengan que ser renovadas, por lo que se abre una incógnita sobre qué ocurrirá con la obra de Kurokawa.

«La pregunta que debe hacerse la ciudad es qué merece la pena preservar y qué no y, en este aspecto, la Torre Nagakin es uno de los edificios sobre los que los tokiotas tendrán que tomar una decisión», sentencia.

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