La bailaora malagueña cierra entre aplausos el Festival de Flamenco en Tokio 2013.
Rocío Molina, Premio Nacional de Danza de España, ha sido la encargada de cerrar el Festival de Flamenco en Tokio que, entre el 12 y el 14 de este mes ha traído a la capital japonesa a otros bailaores de la talla de Manuel Liñán, Belén Maya e Israel Galván.
Rocío puso sobre el escenario del Shinjuku Bunka Center en Tokio “Danzaora”, una exigente obra de flamenco clásico que absorbe sin fisuras danza española y expresiones corporales que llevaron al delirio al público japonés que llenó la sala.
De las tantas veces que la artista malagueña ha visitado Japón, para dar clases o para alguna gala de estrellas, ésta ha sido la más especial de todas porque fue la primera vez que ofrecía un recital en solitario, con su propia compañía, con un Premio Nacional de Danza en su palmarés y reconocida como la más importante bailaora que ha dado el flamenco español en los últimos tiempos.
Acompañada por José Ángel Carmona en el cante, El Oruco en la percusión y Eduardo Trassierra en la guitarra, Rocío ha llevado a la platea por un delirante camino de “dualidades” que han permitido conocer todas las personalidades que la malagueña ha mimetizado en el discurso de la obra.
En diálogo con International Press, Rocío Molina ha compartido su particular visión de Danzaora, ha marcado distancias del debate entre los clásicos y vanguardistas del flamenco y ha confesado que le encantaria bailar en un templo japonés.
ipcdigital: Cuántas veces has venido a Japón?
Rocío Molina: No sé, cuatro o cinco veces. Siempre por corto tiempo. La última vez vine para dar unos cursos hace dos años y esta es la primera vez que me presentaba con mi compañía y con un proyecto en solitario.
ipcdigital: Y llegas consagrada, 26 años, un Premio Nacional de Danza…
Rocío Molina: 29 ya…pero me puedes bajar la edad (risas)
ipcdigital: Lo siento, pareces de 26 aún. Y qué ha significado para ti traer tu obra Danzaora al Festival de Flamenco en Tokio.
Rocío Molina: Llego ya con un trabajo muy grande y está bien comenzar así con mi compañía, que es el fruto de tanto esfuerzo e investigación. Entonces se ve un trabajo bastante sólido y es bueno que empiecen conociéndote así y que a partir de ahora vean una evolución.
ipcdigital: Y como ya conoces al público japonés, cómo lo has sentido hoy?
Rocío Molina: Pues muy bien. En esta cultura me siento súper cómoda, me encantan los japoneses, me gusta el respeto que tienen y se nota a un público distinto, que te aplaude y que cuando empiezas a bailar se callan súper rápido. Se ve que están muy atentos..
ipcdigital: Hablemos de Danzaora. Podría entenderse como el resumen de tu filosofía del baile? Eso es lo que quieres hacer con tu danza?
Rocío Molina: Danzaora es una obra muy dura tanto para el espectador como físicamente para la bailaora. Hay una reflexión difícil de entender porque es una parte muy íntima, muy personal. Ha sido una creación en la que entré en conflicto con mi cuerpo, mis movimientos…fue duro encontrarme de nuevo porque había estado evolucionando desde los 19 años y había pasado por muchos proyectos y me había transformado muchas veces. Justo el punto de Danzaora es cuando necesitaba recuperar todo lo que yo era. Por eso creo interesante haber venido por primera vez a Japón con este proyecto porque aquí están todas mis personalidades en una.
ipcdigital: Y bonita resaca, no?
Rocío Molina: Sí, bonita resaca de música y de cante…
ipcdigital: La manera en que has incluido el vino en la obra y tu presencia en el escenario desde que el público apenas empezaba a buscar sus asientos, parada allí con una botella amarrada a una cuerda…¿qué ha significado el vino en tu obra?
Rocío Molina: Simplemente un elemento poético. El vino lo utilizamos como medio para recordar o querer olvidar. Es un poco la atadura que todas las personas tenemos a un origen y conforme vamos creciendo creamos muchos personajes por el camino y muchos de ellos mueren, a otros no los queremos, pero nos acompañan y siempre estamos ligados a ellos. Estamos atados, hay una cuerda que siempre nos sujeta para no caernos por el borde (al vacío)…
ipcdigital: El momento en que trituras la copa de vino de un zapatazo, tiene un significado también?
Rocío Molina: Es llevar todo al límite, desde la fuerza hasta el riesgo, a lo que es peligroso, de lo que es duro a lo que es frágil. Hay muchas dualidades, de lo roto, de la forma redonda. Hicimos esto en Israel y para ellos tiene un significado, lo hacen en las bodas y trituran la copa con el pie derecho.
ipcdigital: En el marco de todas estas investigaciones que realizas, incluso aquella de bailar e improvisar en la calle, sientes que estás en el límite de la creatividad o que eres capaz de hacer más cosas?
Rocío Molina: Mira, yo llevo mi propio reloj y ese reloj me va orientando. Lo respeto, aunque generalmente va muy rápido. De hecho hay veces que lo tengo que parar porque es demasiado, pero no me da miedo que llegue un límite porque no hay límite. La vida no tiene límites, y cuando crees que estás ante ello es mentira, siempre ocurre algo que transforma la cosas.
ipcdigital: Escuchaba en una entrevista que te hacen en México que te sentías bien porque eras aceptada por los clásicos y vanguardistas del flamenco. ¿No será que aún no has hecho el verdadero cambio? Ya decía el “Che” Guevara que la revolución se siente cuando los detractores empiezan a abandonar el país?
Rocío Molina: Yo simplemente me siento aceptada por mi. Yo siempre voy a seguir ese camino, no necesito ser aceptada por los tradicionales o los vanguardistas (del flamenco). Me encanta la tradición, me encanta la vanguardia, me gusta todo, y mientras sea aceptada por mi no intento revolucionar nada. Intentó seguir mi ritmo.
ipcdigital: Israel Galván nos decía hace unos días que el flamenco tiene figuras muy fijas y que él quería romperlas. ¿Compartes esa manera de ver las cosas?
Rocío Molina: No, porque no quiero nada. En ese sentido no tengo una lucha, no me peleo con nada. Admiro lo que había antes, todo me encanta, desde Farruco hasta Mario Maya, Pilar López, Carmen Amaya, por supuesto, Antonio Gades, del más puro al más estilizado. Me da igual, me gusta todo el flamenco. No debe haber niveles. Para mi no hay ni mejor ni peor, ni clásicos ni rupturas ni nada. Tú tienes que ser tú.
ipcdigital: Cuando hoy te veía sobre el escenario, me decía: ella es la solución al debate. Te vi clásica, no tanto vanguardista, aunque bailas como quieres, te vi todo, pero más que nada muy técnica. Dominas las vertientes de la danza y la expresión corporal y todo te sale bien. O sea, el flamenco tiene que prepararse mejor…
Rocío Molina: Ahí sí te digo, la técnica me gusta. Me gusta la disciplina. La técnica, lo único que hace es que te da más capacidad, más libertad. Sí tienes técnica, el cuerpo no te limita en nada. La mente tampoco te tiene que limitar porque sí tienes técnica puedes hacer todo. El tema es que la mente va más rápido que el cuerpo, pero libera tu mente y que el cuerpo sea capaz de seguirte bien, sin dañarte. Y luego, cuando tienes toda esa técnica, lo que tienes que hacer es olvidarla. La olvidas y ya no vale para nada.
ipcdigital: Y cómo va tu proyecto que titula «Danza impulsiva: un estudio sobre la improvisación».
Rocío Molina: He hecho un estudio propio para prepararme para la improvisación. Después de haber elaborado técnica y estudios me eché a la calle a improvisar y lo que quería era sorprenderme, que el pasaje me estimulara, que la gente me hiciera hacer cosas que yo, cuando estoy en el estudio y pienso, pues no haría. Ha sido genial porque había cosas que estaban establecidas, como decir, aquí tienes que improvisar en tal sitio y hay público, y otras veces que me iba por Nueva York, he cogido los zapatos y he estado todo el día por la calle y en el Central Park improvisando hasta las 12 de la noche.
ipcdigital: Cómo funciona esa relación con el público. Van apuntando lo que ellos dicen, registran los resultados?
Rocío Molina: Te presentas y no piensas nada de lo que quieres hacer. Utilizas los elementos que encuentras. A veces un pájaro que pasa, si es que el sol se pone justo a la hora que empiezas a bailar, el sonido de un río, otras veces el público elige lo que te vas a poner para bailar, la ropa, e incluso pide una música o la gente ofrece su música de bolsillo, te ofrece su iPod, te dice quiero que bailes esto y lo tienes que bailar.
ipcdigital: Ese estudio ha influido en la obra de hoy día?
Rocío Molina: Sí, la verdad que sí. Te cambia la percepción y la interpretación. Incluso puedes ejecutar algo con los mismos pasos, pero con otra expresividad.
ipcdigital: No te dan ganas de bailar alguna vez en un templo japonés, en Kamakura, Kioto o Mie?
Rocío Molina: Me encantaría, a parte que soy una fanática de Japón, del paisaje, la cultura, del kabuki, de las películas, de la animación…soy un fan de Shihiro, Mononoque Hime. Hayao Miyazaki es mi gran dios y qué pena que se retire (de la dirección), estuve varios días llorando en España, no puede ser…
ipcdigital: Del kabuki se puede beber, habrá buenas propuestas para la danza..
Rocío Molina: La verdad es que he empezado a leer sobre kabuki porque siempre me han comentado que en mi forma de hacer flamenco hay algo. Y es que ahora leyéndolo encuentro muchas relaciones en la forma de sentir, tratándose de un arte muy diferente, como intocable, como un tesoro. Me estoy introduciendo (en el tema), siento que hay cosas.
ipcdigital: Siento que no tienes límites, que vas a entrar a donde desees. Cuando vuelvas exige en tu contrato: quiero bailar en un templo japonés.
Rocío Molina: Sí, me gusta mucho el espacio, hasta el olor de los inciensos, es algo súper bonito. Yo pensaba que esas cosas eran como muy sagradas y que no se podía. Si se puede, me encantaría. (ipcdigital/Luis Álvarez Silva)
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