Es el peor incidente desde el estallido de la crisis en 2011
Andrés Sánchez Braun / EFE
La Autoridad de Regulación Nuclear de Japón (NRA) propuso el miércoles elevar la gravedad de la última fuga de agua radiactiva en la central de Fukushima del nivel 1 al 3, en lo que supone el peor incidente en la planta desde el estallido de la crisis en 2011.
La NRA estimó en un documento que la emisión radiactiva producto de la filtración de 300 toneladas de agua de un tanque de almacenamiento de la central, así como el control sobre dicha situación, son equivalentes «a los estándares del nivel 3» de la Escala Internacional Nuclear y de Sucesos Radiológicos (INES).
La categoría 3 de INES, que incluye ocho niveles de gravedad (de 0 a 7), se define como un «incidente serio», mientras que la 1 se describe simplemente como una «anomalía».
No obstante, la autoridad nipona afirmó que consultará con el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) si es apropiado aplicar la escala INES a un suceso acontecido en una central nuclear donde la crisis en sí aún no ha sido solventada.
En todo caso, la NRA considera que al suceso se le puede aplicar, en lo referente al apartado de «Barreras y controles radiológicos en las instalaciones», el rango 3, nivel que debe decretarse cuando se produce una emisión radiactiva que queda contenida dentro del recinto de la planta, según los calibres que difunde el propio OIEA.
El organismo nipón también opina que el grado 3 es aplicable en este suceso en lo referente a la llamada «Defensa en profundidad», que es el esquema destinado a garantizar la seguridad de las instalaciones nucleares, y que va desde el control que ejerce la autoridad reguladora a las barreras físicas y técnicas del recinto.
Durante la junta rutinaria de la NRA, uno de sus comisionados, Toyoshi Fuketa, subrayó que el regulador japonés debe tener cuidado para evitar causar malentendidos a la hora de asesorar la fuga de agua.
«Esto no quiere decir que el accidente de nivel 7 ha terminado y que se ha producido un incidente de nivel 3. El accidente permanece activo», dijo Fuketa en declaraciones reproducidas por la agencia Kyodo.
La filtración fue confirmada el martes en uno de los centenares de tanques que se usan para almacenar parte del agua empleada como refrigerante para los reactores de la planta, la cual, pese a ser tratada posteriormente para retirar algunos materiales contaminantes, es altamente radiactiva.
El elevado nivel de emisión tóxica (100 milisieverts/hora) del agua obligó a la NRA a evaluar el martes la gravedad del suceso con el nivel 1, lo que supuso la primera vez que el regulador nipón emitía una calificación de la escala INES desde que en abril de 2011 decretara el grado 7 (el máximo) para el accidente en la planta.
Antes de Fukushima, solo el desastre en la central de Chernóbil (Ucrania) de 1986 había sido calificado con el séptimo grado, descrito por el OIEA como el que debe aplicarse a un «accidente grave».
Esto convierte teóricamente la fuga de agua en el incidente más severo desde la fusión parcial de los reactores de la central tras el tsunami.
El volumen de radiación liberado en torno al tanque defectuoso implica que una persona que permanezca una hora en la zona afectada por la fuga de agua resultaría expuesta a la dosis máxima permitida para los operarios de la central a lo largo de cinco años.
Por su parte, Tokyo Electric Power (TEPCO), propietaria de la central, explicó que podría terminar el mismo miércoles de transferir el agua contaminada del contenedor dañado a otros tanques, que, aseguró, ha revisado para confirmar que son seguros.
La fuga de este contenedor se suma al problema de la acumulación de agua contaminada en los sótanos de los edificios de los reactores, que aumenta en cerca de 400 toneladas diarias y supone el principal desafío a la hora de desmantelar de manera segura la central.
Esa acumulación se produce porque el líquido utilizado para refrigerar los reactores se filtra en parte a los sótanos, al tiempo que las aguas naturales del subsuelo procedentes de las zonas colindantes penetran también en los edificios.
Debido a esto, se cree que la central vierte unas 300 toneladas diarias de agua contaminada al océano Pacífico, por lo que el Gobierno nipón decidió hace dos semanas implicarse a nivel logístico y financiero para tratar de solucionar la situación.