Por la psicóloga Irma Aráuz*
Hace un tiempo al dar una charla sobre cómo ser profesor de español recordé una experiencia que tuve y que me hizo pensar en cómo la vida da muchas vueltas y lo aprendido en el pasado nos ayuda muchas veces en el presente.
Cuando era estudiante de psicología se me presentó la oportunidad de hacer un curso de español como lengua extranjera. Lo hice, como todo lo que hago, cuando se trata de algo nuevo y a la vez interesante, sin saber la influencia tan grande que tendría en mi vida futura.
Pues bien, con la llegada de los inmigrantes empecé a retomar la psicología y a tratar de ayudar a los que me llamaban. Pero al mismo tiempo, se me presentó la oportunidad para enseñar español.
Esta primera experiencia como profesora de español me causó una gran ansiedad, pero al mismo tiempo con todo y miedo la acepté. Tengo muy claro una cita de Víctor Hugo que dice así: “El futuro tiene muchos nombres, (…), para los valientes, es la oportunidad”.
Esta cita la mencioné la vez pasada para recordar que nuestro futuro nosotros lo hacemos siendo valientes al aceptar las oportunidades que la vida nos presenta.
En la charla mencionada, una señora me preguntó, cuál sería la mejor manera de aliviar la ansiedad a la hora de empezar una clase y sobre todo cuál sería el comportamiento que debería tener a la hora de enseñar.
Con mucha honestidad pude decirle que todo depende de a quiénes les enseñe: niños, adolescentes, adultos, para comportarse de una manera adecuada, independientemente de lo que le dicte su imaginación.
Enseñar una lengua no es fácil pero tampoco es imposible. Empezar haciéndote preguntas te serviría mucho para desarrollar tu imaginación. Cuando nuestra imaginación empieza a desarrollarse, nuestra curiosidad se hace más fuerte y abrimos nuestra mente al conocimiento, solo entonces podemos enseñar con seguridad. Pero para eso hace falta el tiempo. Y el tiempo te dará la experiencia.
Preguntar cuando no sabes, buscar información y no quedarte con las ganas de saber más, leer, leer, leer mucho te ayudará en tu formación no sólo como profesor sino como persona.
Podemos decir que tenemos maestría de una lengua cuando somos capaces de usar los símbolos (letras o palabras) para hablarnos a nosotros mismos y a los demás. En ese momento empezamos a pensar y a darle un significado y un sentido a todo lo que ocurre en nuestra vida.
Como diría Don Miguel Ruiz en su libro del quinto acuerdo: “Cuando enseñamos algo, ambas partes tenemos que estar de acuerdo en el significado de las cosas que enseñemos para poder entendernos”.
Una de las cosas que a mi manera de pensar se necesita para ser no solamente un profesor de lenguas sino en todos los ámbitos laborales, es el amor, respeto, y confianza en sí mismo y en el trabajo que hace.
*La psicóloga Irma Aráuz atiende directamente en el Tel. 090-2553-3307 y en el e-mail consultasairma@live.com.ar