Joven japonesa halla su vocación ayudando a ancianos

Vende comida a domicilio a personas que no pueden desplazarse a supermercados


Mao Higashi, una joven de 22 años, se ha convertido en una especie de ángel proveedor para los ancianos que residen en la pequeña ciudad de Kihoku, en la prefectura de Mie.

Todos los días, excepto los domingos, Mao recorre con un camión la ciudad para vender comida a las personas que por su avanzada edad  no pueden acudir a una tienda o supermercado para hacer compras.


La joven hace unas 15 paradas por día. “La gente me espera”, le dice a Kyodo, motivo por el cual no puede defraudarla, así que no importa cuánto llueva o los obstáculos que le ponga el clima, siempre cumple con su ruta.

Mao comenzó a vender comida a domicilio en febrero de 2012, mientras se encontraba en su tercer año en la universidad, trabajaba a medio tiempo en una tienda de conveniencia y no tenía claro qué haría después de graduarse.

La joven estudiante recordó entonces haber visto en un programa de televisión que en una pequeña ciudad los ancianos se abastecían de comida gracias a un camión de reparto. Ella misma con frecuencia llevaba a su abuela a hacer compras.


Así las cosas, decidió hacer algo similar en su ciudad, Kihoku. Lo primero que hizo fue comprar un camión con apoyo de su padre. Luego, obtuvo autorización para vender comida.

Al principio tuvo escasa acogida, pero nunca se rindió. Poco a poco comenzó a correrse la voz sobre el servicio que brindaba hasta hacerse muy conocida.


Una de sus clientes, Yoshiko Onishi, de 82 años, que le compra alimentos tres veces a la semana, asegura a Kyodo que lo que hace Mao es «de gran ayuda», pues ya no tiene que caminar durante 25 minutos al supermercado y puede obtener lo que desea simplemente llamando por teléfono.

Entre sus clientes también hay ancianos que viven cerca de los supermercados, pero a quienes se les dificulta recorrer incluso cortas distancias.

Mao dice que la hace muy feliz saber que la gente la está esperando. Ha encontrado su vocación.

La joven marcha a contracorriente de sus coetáneos, pues mientras sus amigos han dejado la pequeña ciudad en busca de mejores perspectivas de trabajo, Mao ha decidido hacer su vida en ella. Al menos por ahora.

Cuando Kyodo le pregunta si no le gustaría vivir en una gran ciudad, ella contesta: “Un poco, pero siento que me necesitan aquí”.

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