“Wara no Tate” es una clásica historia de venganza
Alicia García de Francisco / EFE
El japonés Takashi Miike es conocido por sus filmes sangrientos, de horror y tremendamente modernos, pero su cine se ha moderado sensiblemente en «Wara no Tate», un «thriller» muy comercial, carne de «remake» para Hollywood, con el que participa en la competición de Cannes.
Entretenido, bien rodado, con escenas espectaculares y un fondo de lucha entre el dinero fácil y el concepto de obligación, muy arraigado en la sociedad japonesa, Miike ha tratado de hacer una historia simple que mostrara «todas las facetas del ser humano».
«Es una historia de policías y criminales, que al fin y al cabo son seres humanos, con su vida privada y sus familias, eso es lo que quería contar, de una manera simple», explicó Miike en rueda de prensa tras la primera proyección de prensa, que dejó algunos silbidos en contra del filme.
Una historia sobre seres humanos que forman parte de un mundo jerarquizado, en el que hay amor, odio, obligación, justicia, corrupción, amistad, todos los elementos propios de las relaciones humanas.
En «Wara no Tate» («El escudo de paja»), una niña de siete años es asesinada de forma muy violenta y su abuelo ofrece una recompensa de 1.000 millones de yenes (unos 9,7 millones de dólares o 7,5 millones de euros) a quien mate al asesino, ya identificado y que se entrega a la policía.
Takao Osawa y Nanako Matsushima interpretan a la pareja de policías que dirigirán la operación de traslado del detenido desde Fukuoka a Japón para ser juzgado, un recorrido de casi 1.100 kilómetros en el que se suceden escenas vertiginosas en las que todo tipo de personas intentan matar al criminal.
La tensión está presente desde el primer al último minuto de la narración, que Miike lleva con ritmo y con un estilo mucho más clásico del que habitualmente ofrecen sus películas, como «Gozu» o «Thirteen assassins».
«Este filme es una adaptación de una novela y no necesitaba para nada buscar mi originalidad, le iba mejor un estilo clásico. En realidad nunca busco poner mi impronta en las películas que realizo. Intento tratar los temas de manera muy simple», explicó Miike. Unas palabras que contrastaban con la moderna imagen del director, con chaqueta de cuero y peinado con una pequeña cresta.
Y no cree que ahora se haya vuelto más clásico en su forma de rodar, de manera general. «Yo no he cambiado, pero lo que me rodea sí y mi cine también. He hecho bastantes películas y en este momento sé dónde me sitúa el cine, pero no sé hacia dónde voy a evolucionar».
«Hago las películas que quiero hacer, no pienso en un público concreto», agregó el director, que por ello se mostró muy sorprendido cuando su filme fue elegido para la competición oficial de Cannes. Incluso preguntó a los responsables de la selección el porqué de la elección. «Dijeron que era simplemente porque les había gustado la película», señaló divertido.
En este caso, quiso hacer una película de acción y espectacular, algo que últimamente no es habitual en Japón. Lo que hizo que el rodaje fuera muy complicado, especialmente las escenas que se desarrollan en un tren de alta velocidad y que fueron rodadas en Taiwán.
Pero a esa imagen moderna que ofrece el filme, se contrapone la lucha interna de los protagonistas entre el dinero y el honor y la tradición.
«La sociedad japonesa ha evolucionado como cualquier otra cultura, pero incluso con ese cambio en la sociedad, las tradiciones propias de Japón se mantienen (….) hay un cierto regreso a la tradición y una búsqueda para recuperar lo que los japoneses han perdido en los últimos tiempos», explicó.
Al respecto, Takao Osawa indicó que todos los personajes que parecen en la cinta «tienen su propia idea de la justicia, cada uno tiene su justicia, incluso el criminal».
En su opinión, la película refleja muy bien algo que les ocurre a todos los seres humanos y es el tratar de «encontrar un buen equilibrio para poder vivir» entre la justicia, la maldad, sus actos y los de los demás.
En la película cada personaje se equilibra hacia un lado de la balanza en medio de una violencia fría en la que destaca el personaje del criminal, que en ningún momento muestra remordimientos por los actos cometidos.
«Wara no Tate» no es probablemente un filme para estar en competición de Cannes. No es novedoso ni original, le falta la profundidad típica de este festival, pero sin duda es más entretenido que algunas de las cintas pretenciosas que llegan al certamen.