Los comerciantes surcoreanos, en pie de guerra contra Japón

Islas Takeshima

Tenderos boicotean productos japoneses


Islas Takeshima, fuente de disputas entre Japón y Corea del Sur

Atahualpa Amerise / EFE

Las latas de cerveza Asahi y los dispositivos Sony han desaparecido de las estanterías de muchos pequeños establecimientos de Corea del Sur donde los comerciantes, en pleno fervor nacionalista, han declarado la guerra a los productos japoneses por una disputa territorial entre ambos países vecinos.

«En cuanto venda esta semana los últimos paquetes de cigarrillos (japoneses) Mild Seven ya no voy a ofrecerlos más», aseguró a Efe Lee Sang-wook, un tendero de 48 años del barrio de Sindorim en Seúl, indignado como la mayoría de los surcoreanos tras el último desafío nipón sobre los islotes de Dokdo.


Un enviado de Tokio asistió el pasado 22 de febrero a un acto que reivindicaba la soberanía de su país sobre el pequeño archipiélago, al que llama Takeshima, lo que desató la indignación y fuertes protestas en Corea del Sur.

La principal agrupación surcoreana de pequeños comerciantes, que dice representar a varios millones, inició el viernes el boicot con una protesta en Seúl donde, banderas nacionales en mano y al grito de «Dokdo es Corea», decenas de personas lanzaron huevos y tomates a un cartel con productos nipones.

Los tenderos repartieron panfletos para pedir a los ciudadanos que no compren bienes de Japón hasta que se disculpe por la colonización de Corea (1910-1945) y renuncie a sus ambiciones territoriales sobre las citadas rocas ubicadas en el Mar del Este (Mar de Japón) entre los dos países y gobernadas de facto por Seúl.


Sin embargo, en la capital surcoreana, donde el comercio minorista es prácticamente un monopolio de grandes cadenas como la surcoreana GS25 y el gigante 7Eleven -filial, por cierto, de un grupo empresarial japonés- el boicot no está siendo mayoritario por el limitado número de tiendas independientes.

«No he notado que venda menos artículos japoneses», afirmó el dependiente de un establecimiento 24 horas de la cadena Buy The Way, lo que confirma que el seguimiento también está siendo escaso entre unos ciudadanos muy concienciados pero sobre los que no ha calado la campaña.


«He escuchado algo, pero no se me ha ocurrido dejar de comprar productos japoneses», comentó a Efe Kim Dong-hyun, de 23 años, tras seleccionar dos latas de la cerveza japonesa Sapporo en el frigorífico de un 7Eleven.

Este joven confesó, sin embargo, estar «harto» de que Japón reclame Dokdo, que «claramente es territorio de Corea», una afirmación tajante que representa el sentir generalizado de los 50 millones de surcoreanos.

Alimentada durante años por las autoridades de Seúl, la pasión por Dokdo en Corea del Sur es inmensamente más grande que los islotes en sí.

Con menos de 0,2 kilómetros cuadrados y habitadas por una pareja de ancianos surcoreanos, los 2 islotes y 35 rocas que componen las Rocas de Liancourt (nombre geográfico) son aquí omnipresentes en las portadas de la prensa diaria y en la televisión, donde ocupan amplios espacios desde noticias hasta documentales.

Algunas entidades públicas, como la televisión KBS, incluso mantienen pantallas en sus vestíbulos con imágenes en directo de Dokdo que muestran las rocas cubiertas de niebla o, en los días claros, el paso de las aves sobre ese paraje.

El Gobierno, que de cara al exterior realiza incesantes esfuerzos diplomáticos para difundir la postura surcoreana sobre el asunto, también reforzó la semana pasada su campaña educativa sobre Dokdo, al imponer en los colegios 10 horas anuales de clases obligatorias dedicadas en exclusiva a los islotes.

La fiebre por Dokdo se enraiza en el resentimiento histórico de los surcoreanos respecto a Japón, que durante su dominio colonial de principios del siglo XX sometió a flagrantes abusos al milenario país vecino, entre ellos usar a miles de jóvenes coreanas como esclavas sexuales de sus soldados.

Así, cada inclusión de «Takeshima» en mapas o libros de texto japoneses o cada declaración pública de soberanía desde Tokio atizan en Corea del Sur la llama del orgullo nacional, que permanece igual de viva tras seis décadas de independencia y desarrollo. (EFE)

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