Líder opositor gobernó con más pena que gloria entre 2006 y 2007
Maribel Izcue / EFE
Hijo de una de las dinastías políticas más famosas de Japón, el ex primer ministro Shinzo Abe, que gobernó por un breve periodo entre 2006 y 2007, ha vuelto a la escena electoral cinco años después con su viejo discurso de construir un país fuerte.
Los sondeos apuntan a que las elecciones del 16 de diciembre devolverán el poder a este político conservador de modales refinados y aparente amabilidad, que esconde sin embargo una calculada determinación que le valió el sobrenombre de «halcón» entre los medios de su país.
Abe, de 58 años, se convirtió en el primer ministro más joven desde la II Guerra Mundial en Japón al asumir el poder en septiembre de 2006, cuando acababa de cumplir 52, en sustitución del carismático Junichiro Koizumi.
Muchos pensaban entonces que este heredero de uno de los grandes linajes políticos japoneses seguiría un patrón a imagen y semejanza de Koizumi, cuya popularidad le mantuvo un lustro en el poder.
Sin embargo, el Gobierno de Abe apenas se mantuvo un año en pie, con más pena que gloria.
Su popularidad se hundió en un reguero de escándalos de corrupción entre sus ministros y errores de gestión, aunque quizá el más bochornoso fue la pérdida por parte de la Administración pública de los registros laborales de 50 millones de empleados, que se quedaron así sin documentos para justificar sus pensiones.
En septiembre de 2007, cabizbajo y con su liderazgo mermado, anunció su dimisión, dos meses después de una contundente derrota en los comicios al Senado.
Shinzo Abe se había mantenido en un segundo plano hasta que el pasado septiembre volvió a escena al ser elegido nuevo líder de su partido, el Liberal Demócrata (PLD), que estuvo en el poder más de medio siglo hasta la aplastante derrota electoral sufrida en verano de 2009.
El político, que asegura que el PLD ha aprendido de aquel fracaso en las urnas, apuesta por dar un aire más contundente a la diplomacia nipona, aumentar la capacidad de las Fuerzas de Auto Defensa (Ejército) y evaluar el futuro de la energía nuclear en un plazo de tres años.
En lo económico, su idea es aplicar una flexibilización monetaria más agresiva para salir de la deflación.
Casado y sin hijos, Shinzo Abe es el continuador de una saga que comenzó con su abuelo, el que fuera primer ministro Nobusuke Kishi, detenido como criminal de guerra aunque exculpado.
Su padre, Shintaro Abe, fue ministro de Asuntos Exteriores en los gobiernos del carismático Yasuhiro Nakasone en los ochenta.
Licenciado en Ciencias Políticas en 1977 por la Universidad Seikei de Tokio, completó sus estudios en la Universidad del Sur de California (USC) antes de integrarse en el mundo laboral en 1979 en la siderúrgica Kobe Steel.
Tres años más tarde comenzó a implicarse en asuntos políticos como asesor de su padre, que poco después se convertiría en canciller.
En 1993 obtuvo un escaño de diputado del PLD por la provincia de Yamaguchi y en 2000 empezó a trabajar en el Gabinete como portavoz, puesto que mantuvo cuando Koizumi subió al poder en 2001.
En 2003 se aupó hasta lo más alto de su partido al ser nombrado secretario general gracias a la protección de una de las facciones más duras y poderosas de la formación.
Dos años más tarde renovó su escaño en la Cámara Baja nipona por quinta vez consecutiva y vio correspondido su apoyo incondicional a las reformas de Koizumi con su continuidad como portavoz del gabinete, hasta sucederle en 2006 al frente del Gobierno.
Ahora el recuerdo de su breve y tortuoso mandato ha quedado atrás, y en estos comicios su discurso tradicionalista y patriótico podría bastarle para imponerse con comodidad al gobernante Partido Democrático (PD), hundido en las encuestas para las generales del 16 de diciembre.
Su retórica nacionalista ha encendido la polémica en el pasado, al poner en duda, por ejemplo, que el Ejército Imperial nipón utilizara esclavas sexuales en China y Corea del Sur, algo por lo que luego se disculpó en el Parlamento.
Durante su campaña, Abe ha anunciado que no descarta una reforma educativa orientada a «amar a la patria», que según sus detractores podría revisar nuevamente los libros de texto y «maquillar» los crímenes del Ejército Imperial hasta mediados del siglo XX, lo que amenazaría con enfurecer a influyentes vecinos como China o Corea del Sur. (EFE)
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