García Márquez, el genio que invadió el mundo de realismo mágico

Se cumple medio siglo del boom latinoamericano


Esther Rebollo / EFE

Generoso, leal a sus amigos y a sus ideas políticas de izquierda pero sobre todo genio indiscutible de las letras e integrante clave del «boom», el colombiano Gabriel García Márquez llevó la literatura latinoamericana a los rincones más alejados del mundo como el creador del fabuloso realismo mágico.

Su brillantez y lucidez, sumado a una visión socarrona de la realidad que le rodeó desde niño en su natal Aracataca, le empujaron a ser uno de los padres del «boom latinoamericano», formado por un grupo de autores sin igual que compartieron tertulias, vida e incluso platos de comida en el París de mediados del siglo XX.


«Gabo», como se le reconoce con cariño, vivió parrandas y sobrevivió con pocos recursos al lado de Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Juan Goytisolo.

Todos ellos, hombres de las letras con mayúsculas, dieron una dimensión a la literatura hispanoamericana inimaginable entonces.

«Cien años de soledad» es la obra cumbre de García Márquez, pese a que muchos expertos aseguran que antes había escrito libros tan brillantes o incluso más, como «La Hojarasca».


Pero sin duda esta obra maestra, que «Gabo» calificó como un «vallenato de 400 páginas», en alusión al género musical caribeño que cuenta historias de la Colombia profunda, es el gran exponente de ese realismo mágico que marcó para siempre a la literatura universal, la novela latinoamericana más leída de todos los tiempos.

«García Márquez captó lo que en América Latina era el aire natural que se respiraba, la literatura mágica, todas las leyendas y mitos que desde la época de la Colonia circulaba en estas tierras», indicó en una entrevista con Efe Belisario Betancur, expresidente de Colombia pero también poeta y uno de los mejores amigos de Gabo.


Y eso «estableció el quiebre entre la literatura en español de España y la literatura latinoamericana», según Betancur, quien precisamente gobernaba en Colombia cuando en 1982 el escritor recibió el Premio Nobel de Literatura.

El escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, autor de «Aquellos años con Gabo», libro en el que relata las aventuras que vivieron juntos en París, Bogotá y Caracas, confirmó a Efe que su aporte a la literatura universal «es enorme».

«Con ‘Cien Años de Soledad’ contó las cosas como las contaba su abuelo, su abuela, su madre, para ellos no había mundo de los vivos y los muertos», agregó, al explicar qué es el realismo mágico y apuntar que lo hizo «tocando problemas que aluden a la condición humana, sacando a la literatura de su ámbito local, y esa fue su contribución al «boom», porque el «boom» tuvo como epicentro esa obra».

A sus 85 años y con problemas de salud, García Márquez, que un día decidió vivir en México, sigue siendo una referencia indiscutible para las nuevas generaciones de escritores, que asumen su legado como un regalo. Es una personalidad que para siempre figurará en los anales de la literatura universal.

En eso coinciden los expertos y sus amigos, como Betancur y Jaime Abello, director de la Fundación de Nuevo Periodismo Latinoamericano (FNPL), creada por García Márquez en Cartagena de Indias en 1995 para conservar la calidad de la profesión con la que empezó a escribir y nunca abandonó.

El Gabo periodista generó «un proyecto en el cual se comprometió con entusiasmo en sus años de madurez», dijo a Efe Abello, para quien la FNPL está regida por la convicción de «crear oportunidades para los periodistas jóvenes» y de «unidad y avance de América Latina», lo que, agregó, «ha sido siempre su prioridad».

Y ahí está la faceta política del gran maestro de las letras, su compromiso con los más débiles, su lealtad a la izquierda y su adhesión a la Cuba de Fidel Castro, precisamente la que de alguna manera le apartó de algunos de sus amigos del «boom», entre ellos el peruano Vargas Llosa que optó por el neoliberalismo.

«García Márquez es integridad, una gran fidelidad a sí mismo, una persona que tiene simpatías claramente establecidas y las respeta hasta el final», insistió el director de la FNPL y uno de sus más cercanos colaboradores hoy día.

Según Abello, la generación de García Márquez «estuvo marcada por la injerencia de los Estados Unidos, por el abuso político. Siempre pensó que era necesario reemplazar una democracia precaria que no era auténtica por un régimen con más justicia y equidad».

El nobel colombiano viajó en los años setenta a la Unión Soviética, a Europa Oriental, fue corresponsal en Nueva York de Prensa Latina, la agencia cubana, pero también se comprometió con los Derechos Humanos y ayudó a salir de la isla caribeña a muchos disidentes.

Quienes le conocen bien coinciden en su agudo sentido del humor y en su lealtad a los amigos y las ideas, para todos es difícil encontrarle un defecto, quizás, como asegura el expresidente Betancur, su alejamiento de los periodistas, a los que tanto sigue dando y quienes tanto han aprendido con sus obras.

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