Culés derrotaron 3-2 a los blancos en partido de ida de la Supercopa
Ginés Muñoz / EFE
Un Barcelona muy superior dejó que el Real Madrid saliera hoy vivo del Camp Nou (3-2) cuando ya estaba fundido. Una clarísima ocasión malograda por Messi y un error garrafal de Valdés en la recta final dejan el título de la Supercopa abierto para la vuelta.
El conjunto blanco logró marcar dos goles con una ocasión y media y sacó el máximo rendimiento a un planteamiento rácano, propiciado por su falta de rodaje, la baja de un hombre clave para empujar al equipo a defender más adelante, como Pepe, y a la enorme exigencia del rival.
Porque si alguna vez le había podido meter mano a este Barça había sido apretándole arriba, pero en plena canícula estival, con una temperatura de más de treinta grados, una humedad relativa del cien por ciento y apenas un mes de preparación, hacerlo más de diez minutos seguidos parece tarea imposible.
O eso es al menos que lo que debió pensar Mourinho, consumado estratega a la hora de dosificar esfuerzos, reconocido técnico resultadista y maestro de la especulación en eliminatorias a 180 minutos.
El luso ordenó a los suyos arroparse atrás, juntar bien las líneas para evitar que Iniesta, Xavi y Messi pudieran combinar en los tres cuartos del campo rival y salir lo más rápido posible en busca de una contra letal. Se trataba de ganar una semana y que el Bernabéu dictara sentencia.
Su planteamiento ultraconservador funcionó a pleno rendimiento los primeros diecisiete minutos. El tiempo que tardó el Barça en asomarse por fin a Casillas con un tiro lejano de Piqué. Luego llegarían dos remates también desviados de Messi, otro de Xavi y uno de Pedro que el meta madridista enviaría a córner.
Fue el único disparo a puerta de los azulgranas en toda la primera mitad. Y eso que los de Vilanova cogieron rápido el tono y dominaron a placer a su rival durante esos primeros cuarenta y cinco minutos.
Desde su habitual dictadura del balón, al Barcelona le bastó robar con celeridad y combinar casi andando para merodear con asiduidad la meta de Casillas, aunque la falta de chispa en los metros finales hiciera estéril ese dominio.
El Madrid, en cambio, la pelota le duraba un suspiro y fue incapaz de inquietar a Valdés ni una sola vez antes del descanso. Xabi Alonso y Kedhira trabajaban a destajo para frenar la salida de balón del rival, ante las miradas indolentes de un Cristiano Rolando que parecía fundido, un Ozïl perdido en terreno de nadie y un Benzema de huérfano estilete.
Tal como estaba el partido, la ocasión visitante solo podía llegar de una jugada de estrategia. Fue el lanzamiento de un córner, a los diez minutos de la reanudación. Özil vio a Cristiano en el primer palo y el luso cabeceó a gol. El Madrid, en su primera ocasión del partido acababa de adelantarse en la eliminatoria.
Sin embargo, la alegría blanca duró solo un minuto, el tiempo que tardó Pedro en controlar un pase en profundidad de Mascherano y, en posición dudosa, cruzar el balón al fondo de las mallas sobre la salida de Casillas.
Ambos tantos fueron como un golpe de aire fresco que rescató al partido en una noche de tremendo bochorno. Mourinho empezó a mover sus piezas y quitó a Benzema y Callejón por Higuaín y Di María, lo que contribuyó más aun a la imprevisibilidad del último acto.
Pero el Barça, le daría definitivamente la vuelta al partido en doce minutos. Primer Messi puso el 2-1 al transformar un claro penalti de Ramos sobre Iniesta. Y el propio Iniesta, en estado de gracia le regalaría el tercero a Xavi después de una gran jugada personal.
Con el Madrid ofreciendo sus últimos arreones y los azulgranas gustándose con un rondo, Messi tuvo una ocasión clarísima para sentenciar el título: un disparo a bocajarro que se encontró con un paradón de Casillas.
En la jugada siguiente, Valdés controló mal una cesión de Adriano y Di María aprovechó el regalo para lograr el 3-2. Quizá demasiado premio para los blancos, a tenor de lo que ofrecieron esta noche uno y otro equipo.