Somos peregrinos en busca de buen fútbol, cuando aparece un equipo así, lo celebramos. Congratulaciones al Nacional de Medellín.
Por Jorge Barraza*
Goleadas hay muchas; buenas actuaciones también. El 4 a 0 de Nacional de Medellín a Peñarol en el mismo Centenario, más que un triunfo abultado es revelador y consagratorio. Reveló el potencial del cuadro colombiano y lo consagró como aspirante a la corona. Acaso más que eso, como candidato esencial. Es la clase de partidos que hacen feliz al hincha y despiertan ilusiones grandes. Fue un sacudón refrescante para la Copa Libertadores. Hace tiempo que un equipo no da una exhibición así. Y los hinchas lo captaron; en los foros ponían “hasta Tokio no paramos”.
Naturalmente, la Copa recién levanta el telón, pero si repite actuaciones como esta del Centenario, si no cambia su estilo de juego, si se convence de que puede y, sobre todo, si se olvida del torneo local (esto es fundamental), el equipo albiverde puede ser campeón de América, como ya lo fue en 1989. Es perfectamente posible. Pero necesita proponérselo. Y blindar la mente de los jugadores. Esa es tarea del entrenador.
De algo se puede estar seguro: ningún equipo juega mejor que Nacional, y ninguno tiene más. Los clubes argentinos privilegian la lucha, los brasileños (a excepción del Inter de Porto Alegre) juegan mal y han perdido consistencia. Los mismos periodistas mexicanos no ven capaces a Chivas y Cruz Azul (este último se ha anotado dos buenos triunfos, aunque en un grupo aparentemente débil con Táchira y Nacional de Paraguay). ¿Quién queda…? ¿La ‘U’ de Chile…? Puede ser un rival importante. Se le fue Eduardo Vargas al Napoli pero le apareció el potente Junior Fernández, el primer chileno de raza negra que vemos. Igual, Nacional ya lo venció 2 a 0 en el cotejo inaugural.
Aunque vayan sólo dos fechas, Nacional de Medellín puede empezar a pensar arriba. No precipitarse. La Copa termina el 4 de julio, no antes. Pero con la mente puesta en el título, puede llegar a él.
Existe un preconcepto -humano, por cierto- de que todo lo feo es eficiente. Siguiendo esa idea, una secretaria fea es excelente, un jarabe horrendo es fantástico para la tos, una comida espantosa es muy nutritiva. De allí deriva la infeliz frase futbolística “prefiero jugar mal y ganar”, la cual repiten como loros en todo el mundo algunos cientos de millones de hinchas (del triunfo, no del fútbol). Como si hacer todo mal en el campo fuera la consigna para obtener la victoria. Según aquel precepto, en el brillantísimo primer gol, Jersson Córdoba debe haber pensado “le voy a pegar horrible, así la coloco junto al poste”.
Peñarol hizo lo que esos millones de hinchas prefieren: jugó muy mal. Por eso cosechó la peor derrota de su historia como local en Copa Libertadores. Lo que Nacional debe hacer si quiere ser campeón es contradecir este absurdo axioma: debe seguir como hasta ahora, jugando bien (es el camino más seguro al éxito), al fútbol, al toque, con técnica, calidad, buen gusto y personalidad. La receta es mantener el equilibrio emocional: no agrandarse. Y sobre todo, no achicarse.
Los periodistas colombianos no ven casual este comienzo estelar: Nacional, propiedad del grupo económico Ardila Lulle, el tercero más poderoso del país, invirtió 8 millones de dólares en el mercado interno en reforzar su plantel.
Macnelly Torres fue el director de la orquesta, Pabón y Córdoba (¡Qué bien le pega a la bola en movimiento!) los fusileros. Todos merecieron el aplauso, pero la figura fue el colectivo. Aquí vale un párrafo para el técnico Santiago Escobar (hermano del infortunado zaguero Andrés Escobar, asesinado al volver del Mundial de Estados Unidos): puso sobre el mítico césped montevideano una maquinita de hacer fútbol. Nacional jugó con inteligencia, clase y serenidad, tuvo presencia física y anímica. Somos peregrinos en busca de buen fútbol, cuando aparece un equipo así, lo celebramos. Congratulaciones.
Párrafo aparte para Peñarol. El 0-4 es otro golpe para los mirasoles en la Copa, de la que supieron ser protagonistas esenciales. El año pasado recibió un 5 a 0 de Liga de Quito y un 3-0 de Independiente; En 2009 Independiente Medellín le propinó un 4-0; en 2005 otra vez Liga lo venció 3 a 0; en 2003 cayó 5-2 con Bolívar y 4-1 con Gremio; en 2002 Real Potosí lo apabulló 6 a 1; en 2001 cayó de local con Vasco da Gama 3-1; en 2000 fue Boca el que lo derrotó 3-1; en 1998 Cerro Porteño lo superó 3-0. Pero la primera dura caída de estos últimos años fue en 1996, cuando San Lorenzo lo goleó 5 a 1 en el Centenario. Desde luego, tuvo también algunas actuaciones felices el cuadro aurinegro, pero algo está claro: le han perdido el respeto de antaño.
Hoy, los hinchas uruguayos piensan: “Matemáticamente hay chances”. Los colombianos dicen: “Futbolísticamente hay chances”. Enorme diferencia.
*Ex articulista de El Gráfico y director de la revista Conmebol, (a) International Press.
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