Como la mayoría de los países europeos, Italia es uno de los nuevos pobres del mundo. Y los clubes no pueden escapar a esa realidad.
Por Jorge Barraza*
Bordeando los 39 años, Javier Zanetti va corriendo como un colegial a saludar a los tifossi rossoneros, a abrazarse con el alma, y la tribuna interista se viene abajo de entusiasmo. Pupi ha jugado un partido inmenso, el 776 con la casaca de Giuseppe Meazza, de Sandro Mazzola, de Giacinto Facchetti. Ha elaborado la jugada del gol de Milito, el de una nueva victoria azul y negra en el clásico milanista que los deja con 72 victorias a cada uno en partidos oficiales. Paridad absoluta después de 103 años de topadas.
Adicionalmente, el Inter ha puesto al rojo vivo el torneo italiano. Juventus (38 puntos), que apenas empató como local ante el Cagliari no pudo aprovechar el choque milanista para escaparse en la punta, aunque quedó en solitario arriba de todos. Udinese perdió e Génova e Inter se pone, con 32, a seis unidades faltando veinte fechas. Arruinado parecía el cuadro de Massimo Moratti, pero hilvanó con esta 6 victorias consecutivas y ahora dará pelea de Scudetto.
Decir Milan-Inter veinte años atrás era aludir al máximo choque posible, el clásico del glamour y los millones, el duelo de estrellas. No había una sola figura internacional del fútbol que no deseara recalar en el Calcio. Holandeses, alemanes, argentinos, brasileños, todos los cracks estaban, bolígrafo en mano, esperando el llamado de Juventus, Parma, Inter, Roma, Lazio, Milan, Napoli o incluso de “sociedades” menos encumbradas. Italia era la meca, el escaparate.
El derby de la Madonnina es hoy el clásico de la austeridad. Apellidos conocidos, incluso de pasado ilustre, aunque no de actualidad rimbombante. De los 23 nombres que disputaron el Balón de Oro de la FIFA, apenas dos estaban en el estadio Giusseppe Meazza. El holandés Wesley Sneijder y el uruguayo Diego Forlán. Y más por cartel que por lo hecho en la última temporada. Y ambos calentaron banco. Apenas ingresaron al final como cambios para dar oxígeno o quemar tiempo, no como soluciones de juego.
Hace dos décadas, Neymar no hubiese tenido ningún otro destino que Italia. Pero hoy ni soñar con el Coliseo ni con la pizza. Como la mayoría de los países europeos, Italia es uno de los nuevos pobres del mundo. Y los clubes no pueden escapar a esa realidad. Obligados por su historia a mantener planteles de prestigio, Milan e Inter pescan lo que pueden en el mercado de pases. Van por alguna ganga, se llenan de veteranos con varias guerras encima, consiguen préstamos de bajo costo y tratan de renovar lo que ya tienen.
La única perla de primer nivel mundial entre todos los combatientes es Thiago Silva, espectacular zaguero brasileño, por quien está detrás el Barcelona, que sabe que comenzará a apagarse Puyol. El ex Fluminense tiene todo: firmeza de marca, notable juego aéreo, clase para salir. Es uno de los vendibles junto a Pato. Y hoy las entidades italianas son eminentemente vendedoras.
Sin fútbol deslumbrante, lejos del poderío del Real Madrid y el Barcelona, sin el precioso estuche del fútbol inglés, el Calcio se defiende con dignidad. En un momento poco estelar, fue campeón del mundo en 2006, y el Inter levantó la Copa de Europa hace dos años. Las estrellas del clásico de Milán son las camisetas, pesadísimas ambas, gloriosas. Pero valió la pena elegirlo como duelo de fin de semana. Un Milan-Inter siempre será un programa atractivo.
Mayoritariamente dominó la pelota el Milan, pero Inter fue más peligroso de contra. De hecho, le anularon mal un gol al brasileño Thiago Motta. Y en la única buena del segundo tiempo, Diego Milito la puso en la ratonera: 1 a 0 y triunfo. Después de un 2010 fabuloso, en que sus goles le dieron al Inter la triple corona, tuvo un año en blanco y desde hace dos meses ha vuelto con todo. Se arregló con el gol. Estaban enemistados.
Lo curioso: un duelo correctísimo, con apenas cuatro amarillitas. El viernes, en un partidito de verano, Nacional y Peñarol se sacudieron más que Milan e Inter en la última década entera. Es otra interpretación del derby, del fútbol.
En el minuto ’66, ya en desventaja, Milan intentó apurar arriba y entró Robinho por Zambrotta. Robinho con la camiseta 70 en la espalda. ¿Qué clase de tontería es darle el 70 a un jugador como Robinho…? ¿Por qué no le dieron el 457 ya que estaban…? Claro, aunque nos pese, Robinho no hace nada para justificar algo mejor. Cada día es más intrascendente, apenas tocó la pelota. Otro que había amagado con emular a Pelé.
»Milito ajusticia al Milan, el Inter reabre el campeonato», titula la Gazzetta dello Sport. Por una casi centenaria tradición argentina, todos los cracks que un día se fueron deben volver y jugar uno o dos años en su antiguo club antes de retirarse. Independiente trajo de Barcelona a Gaby Milito, su gran mariscal de campo. Y Racing se ilusionó hace unos días con repatriar a Diego Milito. Pero aún con 32 primaveras, el Príncipe está entero y todavía tiene mucho por dar en Europa. La Academia deberá esperar.
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