Ninguno se siente héroe. Todos afirman que solo cumplieron con su trabajo
En vísperas de viajar a España, los cinco «héroes de Fukushima» que recogerán el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en nombre de sus compañeros se mostraron «honrados» y, en entrevista con Efe, expresaron su deseo de que la pesadilla nuclear concluya «lo antes posible».
Dos policías, dos militares y un bombero viajan el martes a España para recoger el viernes en Oviedo de manos del príncipe de Asturias el prestigioso premio, que reconoce su «valeroso y ejemplar comportamiento» al tratar de contener el desastre nuclear.
Será el primer viaje al extranjero para el superintendente Masami Watanabe, de 57 años, que en el momento del devastador terremoto del 11 de marzo estaba al frente de la Policía del pequeño pueblo de Futaba, situado a espaldas de la peligrosa central nuclear de Fukushima Daiichi.
Bajo la alerta del tsunami y la alarma nuclear posterior, Watanabe y sus 93 oficiales recorrieron las calles para evacuar a los 73.000 habitantes de la zona, en una operación que se prolongó cinco días hasta que todos los residentes estuvieron a 40 kilómetros de la planta atómica.
En medio de la confusión, sin luz, agua, ni teléfono y con muchas carreteras cortadas por la sacudida el terremoto y el tsunami, Watanabe fue uno de los artífices de la evacuación del hospital de Futaba, a cuatro kilómetros de la central.
Con la amenaza de la creciente radiactividad, él y sus hombres sacaron de allí a cientos de enfermos en interminables viajes en coches patrulla que, explica a Efe, «no estaban habilitados para transportar pacientes», por carreteras destrozadas y con la dificultad añadida de la escasez de gasolina.
Con tristeza, Watanabe recuerda que tres de sus hombres murieron arrastrados por la gran masa de agua del tsunami mientras trataban de evacuar a la población. «Cuando vuelva de España visitaré a sus familiares para explicarles que he recogido el premio como representante de todos los policías», asegura.
También estará en Oviedo Yoshitsugu Oigawa, de 56 años, superintendente de la Policía de Tokio y miembro del primer equipo que vertió agua en la inestable piscina del reactor 3 para bajar su temperatura.
Considera que ir a Fukushima fue algo «normal» en aquellas circunstancias. «Cuando se produjeron los atentados del 11 de septiembre, los estadounidenses fueron a rescatar a las víctimas. Es lo mismo», comenta a Efe, sonriente y sereno.
Durante la crisis jugaron también un papel fundamental las Fuerzas de Auto Defensa (Ejército) de Japón, que llegaron a desplegar hasta 107.000 miembros en un solo día para atender a las víctimas del terremoto y el tsunami.
Del Ejército viajarán a Oviedo Kenji Kato, de 39 años y jefe del grupo de helicópteros encargado de verter agua sobre la central, y el coronel Shinki Iwakuma, de 50 años y miembro del equipo de operaciones especiales que en la mañana del 13 de marzo sufrió la explosión de la unidad 3 de Fukushima.
«Oímos un gran ruido e inmediatamente llegó un fuerte viento, aunque sin calor, y empezaron a caer sobre nosotros escombros como de hormigón pulverizado. Nuestro coche quedó destrozado», explica a Efe Iwakuma, que en ese momento que se le hizo «eterno» estaba con otros cinco militares.
Cuatro de ellos resultaron heridos, pero con la ayuda de los que salieron ilesos todos lograron distanciarse unos 200 metros, montar en dos vehículos y alejarse de la zona.
En la explosión resultaron expuestos a una elevada radiactividad, pero Iwakuma asegura que no ha superado el máximo anual recomendado y que todo su equipo está bien de salud, mientras agradece el apoyo recibido del pueblo japonés y del exterior.
De aquellos días de marzo quedarán también las impresionante imágenes emitidas por las televisiones de todo el mundo que mostraban a los bomberos de Tokio echando agua en la inestable central.
En la ceremonia de Oviedo estará asimismo uno de los responsables de aquellas operaciones, Toyohiko Tomioka, quien el 17 de marzo entró en la planta para estudiar cómo sacar el agua del mar y establecer una ruta de casi 800 metros para verterla sobre los reactores.
«Todos los trabajadores estaban muy motivados. Yo solo traté de dar información precisa y mantener la serenidad para que creyeran en mí», explica a Efe este capitán de bomberos de 48 años.
Tanto Tomioka como el resto de los que viajan a España creen que su actuación fue «lógica» y, lejos de potenciar la imagen de héroes, mantienen la serenidad y coinciden en un punto: lo hicieron por la responsabilidad que conlleva su trabajo. (Yoko Kaneko / EFE)
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