Perú jugó con grandeza, metió dos goles, cuatro tiros en los palos, buscó torcer el destino de ese partido que se le puso torvo desde el minuto uno.
Por Jorge Barraza*
Perú cayó 4 a 2 en Chile, derrota que siempre lastima, es el clásico del Pacífico. Sin embargo, nadie dramatizó en la patria del Inca. Hasta hubo cierta satisfacción. Jugó con grandeza el equipo de la banda roja, metió dos goles, cuatro tiros en los palos, buscó torcer el destino de ese partido que se le puso torvo desde el minuto uno.
Chile mismo se repuso de la severa goleada en Buenos Aires llegando cuatro veces a la red, creando diez situaciones de gol más.Venezuela dio la nota derrotando por primera vez en la historia a la desconcertante Argentina. Más allá del resultado, siempre tan balsámico para las almas futboleras, lo mereció, lo buscó, quiso que fuera más amplio atacando. Colombia debutó cantando victoria en La Paz, que es dura, pero menos traumática de lo que la hacen los argentinos, siempre tan proclives a dramatizar el calor, la humedad, la altura, el viento… La enorme satisfacción que hoy sienten los compatriotas de Botero no es por los tres puntos sino por la forma en que lo lograron, con estilo y solvencia.Cuatro días antes, Ecuador encontró la serenidad con el 2-0 a la Vinotinto. El hincha vio que era una Venezuela “B”, casi “C”, pero también percibió un Ecuador armónico, compacto, picante en el área adversaria. Recibió de su selección motivos para ilusionarse.
En todos los casos, el futuro está pintado de esperanza; tienen un mismo motivo tranquilizador: el juego. Cuando hay argumentos futbolísticos sólidos, funcionamiento, un orden defensivo, equilibrio, llegadas al arco contrario, individualidades que aportan al conjunto, los resultados llegan. La gente lo sabe. Quedan, todavía, algunos rezagados que repiten “yo prefiero jugar mal y ganar”, como si existieran otros que prefirieran perder (no conocemos a nadie). O como si jugar mal fuese el requisito indispensable para ganar, la fórmula, el camino. Jugar mal, por ejemplo, es tirar el centro y que caiga detrás del arco; estar sólo frente al arquero y patearla a la tribuna; ejecutar un penal despacito y a las manos del arquero; no marcar al puntero de ellos, que entre solo y nos meta el gol; que nos peloteen todo el partido, hacer los pases al contrario; que nos ganen el cabezazo, las trabadas, el salto… ¿Cómo haríamos para ganar jugando así…? Si jugar mal es la llave del éxito, ¿por qué no derrotó Argentina a Venezuela…? Su juego fue un espanto, debería haber triunfado. Por si acaso, alguien puede decir: “Yo me refiero a jugar lindo, prefiero no jugar lindo y ganar”. Es lo mismo: jugar feo es jugar mal.
– Felicidad. Es la que reina estos días en toda Colombia. Le sobran motivos. Se estrenó con una victoria en el techo de América, generó media docena de situaciones de gol, mostró un puñado de jugadores destacadísimos (los jóvenes James Rodríguez y Dorlan Pabón, los ya consagrados Falcao García, Freddy Guarín, Dayro Moreno, Teo Gutiérrez). Era la prueba de fuego para Leonel Álvarez, su entrenador, que debía demostrar si estaba o no para estos trotes. Pareciera que está. Plantó un equipo sólido. Colombia, como Ecuador, festejó el empate de Paraguay en el último suspiro. Ambos quedaron a un punto de Uruguay, el líder, habiendo jugado un partido menos.
– Espectáculo. El 4-2 de Chile a Perú. En el compacto se contabilizaron 22 jugadas de peligro: 6 goles, 4 tiros de Perú en los palos, una salvada de Medel sobre la raya (era gol de Paolo Guerrero), varias tapadas de los arqueros y otras que se fueron desviadas por poco. Sin embargo, lo más edificante fue que en un clásico históricamente cargado de tensión, polémicas, acusaciones y denuncias, sólo hubo fútbol, como debería ser siempre. Cuando dos equipos cambian ataque por ataque, el juego fluye y el aficionado no piensa sino en el partido; todos se van satisfechos a casa. No hubo broncas en el campo ni en las gradas.
– Orgullo. El de Venezuela. Jugó con el alma, la mente y las piernas fusionadas en un solo objetivo: ganar. Y lo logró. En los 18 enfrentamientos anteriores, nunca había podido arrancarle siquiera un empate a Argentina. Esta vez salió con una decisión notable. El cabezazo goleador del zaguero Amorebieta, del Athletic de Bilbao (nació en Venezuela de padres vascos y desde los dos años vive en España) provocó una explosión nacional. Volvió a ser la Venezuela de la Copa América, fuerte, irreverente, ganadora. ¿Qué hubiese pasado si César Farías alineaba al equipo titular también frente a Ecuador…? ¿Hubiera perdido en el debut…?
– Inquietante. El desempeño de Argentina. La contracara de los ejemplos anteriores. Sin convencer con juego, apenas aprovechando errores de su oponente, con ráfagas mortíferas arriba, había goleado a Chile. Ahora recibió un tremendo cachetazo de Venezuela. Sin alma, sin fútbol, deja un interrogante: ¿cómo hará para cosechar 25 puntos jugando de este modo…? El 15 de noviembre visita a Colombia en Barranquilla. Eso puede ser muy duro…
*Ex articulista de El Gráfico y director de la revista Conmebol, (a) International Press.
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