Proveer de riqueza emocional llenará a ambas partes, pero también los padres debemos de pensar en el futuro de los hijos, no trunquemos sus sueños e ideales, dice la psicóloga Tanaka.
Por Nélida Tanaka*
Es tiempo de que pensemos en los hijos que se quedaron en el país bajo la custodia de los abuelos u otro familiar. Nos esforzamos para enviarles para su manutención puntualmente, les llamamos para escuchar su voz frecuentemente, en fin tratamos de llenar el hoyo de la ausencia. Pasaron los años y muchos vinieron a Japón para poder vivir con los padres. El reencuentro ha sido algo añorado tanto por los hijos como por los padres. Después de la alegría inicial, la vida nos va gradualmente enfrentando a una realidad difícil. No es lo mismo que los encuentros limitados al visitarlos ahí, cuando estábamos de vacaciones y podíamos tener el tiempo sin límites con ellos. Aquí, la vida cotidiana sigue su curso, tenemos que ir al trabajo, regresar tarde, o por lo contrario, si estamos de yakin, salir de la casa al atardecer para regresar al amanecer del día siguiente directo a dormir. La fatiga diaria nos quita las ganas de dedicarnos más a los hijos. Sin embargo, debemos ser conscientes de que el reencuentro con los hijos deposita una gran tarea sobre los padres.
Podemos ser padres en el sentido biológico de la palabra. También, los habremos mantenido económicamente a través de los envíos, habremos hablado con ellos a través del teléfono o la computadora. Sin embargo, ese encuentro es superficial en cierto sentido, porque uno puede mostrar tan sólo el lado positivo o feliz. No obstante, para que se afiance una verdadera relación familiar se necesita compartir la vida diaria, se necesita hacer vida, experimentar no tan solo momentos positivos sino también los negativos, con sus peleas, malentendidos y finalmente sus reconciliaciones. Ambas partes necesitan confrontarse, sincerarse, necesitan edificar una verdadera relación entre padres e hijos. Ahora es el momento para llenar el vacío, para acercar las distancias. Los padres debemos estar conscientes de que tenemos que acortar esta brecha no tan sólo por ellos, sino también por nosotros. Veremos como el proveer de riqueza emocional a la relación nos llenará a ambos; pero para esto debemos tomar conciencia de esta realidad; tenemos que reparar el tiempo perdido. Vale la pena y es responsabilidad nuestra. Por otro lado, tenemos que apoyar a nuestros hijos para que puedan establecerse. Para ellos, el no poder hablar la lengua, el no tener amigos con quienes conversar y salir, las costumbres diferentes, el ritmo de vida diferente, todos estos factores son obstáculos grandes para que puedan construir planes para el futuro. Tenemos que ver e investigar junto a ellos las perspectivas de proseguir estudios posteriores en Japón. Evitemos que ellos tengan que truncar sus sueños e ideales. ¿Les será mejor quedarse en Japón o les será más factible proseguir los estudios en otro país? Ellos tienen todavía un futuro cuyas puertas pueden abrir. Tenemos que ver con realismo cuánto podremos contribuír para que ellos sigan adelante. Hablar con ellos sinceramente sobre las posibilidades.
Escuché a muchos adolescentes que me decían desesperados: “no quiero acabar como obrero”. No sacrifiquemos otra generación más. Pensemos en serio, si ellos tienen las posibilidades de otro futuro, si un poco de nuestro apoyo les abre nuevas posibilidades, qué es lo que podemos hacer como padres y cuáles son nuestros límites, también es importante hacerles ver claro. Somos padres y tenemos responsabilidades, el esfuerzo que hagamos ahora será objeto de agradecimiento en el futuro.
*Psicóloga clínica, contacte con ella llamando al 090-2245-4021 o por correo electrónico : consultas@hotmail.co.jp
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