Estudiantes norteamericanos pasan sus vacaciones de verano como voluntarios en la zona de desastre

Jóvenes voluntarios extranjeros (foto Nikkei)

Jóvenes se pagan sus pasajes y trabajan todos los días removiendo escombros o haciendo limpieza


Jóvenes voluntarios extranjeros (foto Nikkei)

Beth Worthington es una estudiante universitaria de 20 años de edad. Arribó a Japón procedente de California únicamente para apoyar a las víctimas del terremoto y el tsunami del 11 de marzo.

«Nunca pensé que iba a visitar Japón antes del desastre. No puedo hablar el idioma y la cultura es tan diferente de la de EE. UU., pero estaba tan sorprendida por la noticia y las imágenes del desastre, que se me rompió el corazón. Sabía que tenía que hacer algo para ayudar. Así que me decidí a venir a Japón para ayudar», dijo esta valerosa muchacha al diario Nikkei.

Por su parte, Frank An, de 23 años, estudiante universitario neoyorquino y voluntario como Beth, manifestó: «Me sentí tan roto dándome cuenta de cómo muchas personas habían perdido sus vidas. Luego pensé: ¿Qué estoy haciendo en mi casa? No debería desperdiciar el verano». Y decidió hacer maletas y aterrizar en Japón.


Por supuesto, no fue tan fácil como desearlo y hacerlo. Muchos de los jóvenes voluntarios como estos estudiantes norteamericanos tuvieron que vencer la resistencia de sus familias, obviamente preocupadas por su seguridad debido al accidente nuclear en Fukushima.

Además, estaba el asunto del dinero. Viajar desde EE. UU. hasta Japón no es barato, mucho menos para un estudiante que depende de sus padres. A los voluntarios les costó alrededor de 4.000 dólares llegar hasta el archipiélago japonés. ¿Cómo consiguieron el dinero? Gracias al apoyo financiero de amigos y conocidos, muchos de los cuales al conocer sus altruistas intenciones se mostraron entusiasmados en darles una mano.

Cuando vuelvan a su país, los voluntarios casi no van a tener qué contarles a sus amigos y parientes sobre los atractivos turísticos de Japón, pues prácticamente todo su tiempo lo dedican a ayudar a los damnificados por el terremoto. Hacer turismo es un lujo que no se permiten durante el periodo (de dos a cuatro semanas) que permanecen en Japón.


La colaboración de los jóvenes extranjeros en extenuantes tareas como la remoción de escombros y la limpieza de casas es muy valiosa. A cinco meses de la catástrofe, el número de voluntarios japoneses ha disminuido, revela Nikkei.

Además, la mayoría de voluntarios japoneses trabajan sólo los fines de semana. Por el contrario, los voluntarios extranjeros trabajan todos los días.


De acuerdo con el Ministerio de Relaciones Exteriores, al menos 43 ONG de 16 países han participado en labores de voluntariado.

El diario Nikkei recuerda que apenas producido el desastre, EE. UU. desplegó una operación humanitaria llamada Tomodachi, que movilizó a unos 20.000 soldados. La operación oficialmente culminó, pero ahora son sus jóvenes los que la mantienen viva.


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