Por Jorge Barraza*
“Sin Xavi e Iniesta no es nada”, rebuznan los detractores de Messi. “Es un vendedor de calzoncillos”, ironizan los críticos de Cristiano Ronaldo. De “Enano”, tildan a uno, de “Cristiana” al otro…
Hay que entrar en los portales de Marca, de As, de Sport, de Mundo Deportivo, los diarios especializados españoles (y del mundo en general), para apreciar la dimensión de la rivalidad desatada entre los seguidores del argentino y los partidarios del portugués. Miles de internautas polemizan día tras día. Es que, además de ser los dos grandes referentes del fútbol internacional en la actualidad -que se disputan la primacía fecha a fecha, gol a gol- son los líderes de los clubes que monopolizan la gran audiencia global: Barcelona y Real Madrid. Discusión avivada en los últimos días por el choque Argentina-Portugal, ganado una vez más por Messi (5 victorias a 1).
Siempre que se genera un debate entre dos deportistas de élite (Alí-Frazier, Pelé-Maradona, Nadal-Federer) se suele incurrir en el error de ponderar en exceso al favorito de uno y demeritar al del otro. Actualmente acontece que el esplendor de Lionel Messi lleva a menospreciar equivocadamente a Cristiano Ronaldo. A Cristiano lo defienden en Portugal y en el Real Madrid sus compañeros, técnicos e hinchas. Messi es el preferido de casi todo el resto del mundo, sobre todo de entrenadores y futbolistas.
Cristiano, sin duda, es el personaje soñado por cualquier publicista o director de marketing. Divo, físico de modelo, buen parecido, pasa horas moldeando sus abdominales, cuidando su cuerpo y su imagen, tiene una sonrisa de un millón de dólares. Es la figura perfecta para que se apretujen por él las grandes marcas multinacionales. Sin embargo, también es un fantástico profesional y un grandísimo jugador. Sin rivales a la vista, Cristiano marcaría una era y sería comparado con anteriores reyes del fútbol.
Ha tenido el infortunio de compartir época con Messi. Y en esta carrera, Leo va por la vereda del sol, a Cristiano le da la sombra. El portugués es crack de cuadro grande, se reveló en el Sporting de Lisboa, fue superestrella en el Manchester United y no tuvo el menor problema en adueñarse del protagonismo estelar del Real Madrid. A vestuario pesado, es pesado y medio. Nada lo achica.
Todavía no ha logrado gritar campeón con los merengues porque debe lidiar contra el Barcelona de Guardiola y Messi, que es como chocar de frente contra un tren expreso. Y no puede hacer de Portugal un campeón mundial pues este juego es de once. Se necesita más que un Cristiano para eso.
Del único jugador que, se dice, ha logrado la proeza de ganar casi solo, es Maradona en México ’86. Y tampoco: Argentina era una formación compacta.
Cristiano, no obstante, pierde en el análisis frente a la Pulga porque es, esencialmente un goleador, un finalizador. Que anota de cabeza, de tiro libre, de atropellada, de media distancia. Tiene un disparo recto violento y preciso. Y sus números son imponentes, aunque del armado se ocupan otros. El rosarino, en cambio, arranca desde más atrás, elabora juego, recupera balones (cualidad casi insólita en una estrella), golea con tanta o mayor frecuencia que el de Madeira y es un terrible asistidor. Atención: en la tabla de asistencias Messi encabeza el rubro en España con 14 en 19 partidos. No obstante, ha puesto una carrada de pases-gol. Ocurre que sólo se contabilizan las que terminan en la red. La tarde del 5-0 al Madrid, Messi puso dos bolas excepcionales a Bojan, que definió mal. Esas no se cuentan.
En la valoración de un futbolista hay un ítem menos concreto, aunque de enorme peso: la habilidad, la fantasía. Allí, Messi roba a Cristiano. La gambeta corta, el freno automático, el enganche, los gestos técnicos, incluso sus goles de vaselina (emboquillada) desnivelan la balanza. Hasta los goles de tiro libre son diferentes: los de Ronaldo son bombazos directos; los de Messi, delicias que van al ángulo.
Otro aspecto determinante es el colectivo. Messi es decididamente un jugador de equipo. Que tenga el poder de eludir a tres, a cuatro, no significa que juegue para él. Ronaldo es más individualista. Si se ve con posibilidades de remate no la pasa ni con la orden de un juez, patea él. Eso genera cierto fastidio en sus compañeros y agrieta el juego de conjunto.
Debemos convenir que, sin Cristiano, este Madrid ya estaría 15 ó 20 puntos debajo del Barsa. Y no tendría chances en Europa. Él solo lo convierte en candidato a todo. Gran mérito pues el Madrid es mucho menos equipo que el Barsa, que viene aceitado desde hace tres, cuatro años.
Mucho apreciaríamos que alguna de las cadenas televisivas de deportes produjera un especial con lo mejor de lo mejor de Pelé, lo máximo de Maradona y lo supremo de Messi. Ahí se apagarían muchos debates. Las imágenes no mienten.
Sobre que Messi debe ser campeón del mundo para refrendar su condición de astro de todos los tiempos, es una enorme tontería. Los títulos cuentan, qué duda cabe, pero cuando un jugador es extraordinario, lo es y punto. Ningún futbolista español le llega a los talones a Messi, aunque ellos hayan ganado en Sudáfrica y Leo no. Cruyff y Di Stéfano tampoco coronaron en un Mundial. ¿Y…?
Zinedine Zidane ganó la Copa del ’98 en su país, mas nadie lo consagró por ello. Llegó al pedestal años después por su juego exquisito, no por aquella conquista.
Un día puede nacer un fenómeno en Afganistán, en Guatemala o en Andorra; un genio del fútbol. Y no logrará ser campeón del mundo. ¿Qué haremos entonces…? ¿Negarlo?
Si Juan puede gambetear a uno y hacer un gol y Pedro es capaz de eludir a cinco y hacer 5 goles, Pedro es mejor que Juan, tenga los títulos que tenga cada uno.
*Ex articulista de «El Gráfico» y director de la revista Conmebol. (c)International Press
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