Toyama es hoy la prefectura con la tasa de divorcios más baja de Japón, un dato que en apariencia refleja estabilidad familiar y fuertes lazos sociales. Sin embargo, detrás de esas cifras se esconde un panorama mucho menos alentador: el de mujeres que viven entre la resignación, la soledad y el miedo a romper con estructuras tradicionales profundamente arraigadas.
Según estadísticas del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, Toyama registró el año pasado una tasa de 1,13 divorcios por cada 1.000 habitantes, frente al promedio nacional de 1,55. Es el tercer año consecutivo en que la prefectura ocupa el último lugar del país. Pero para Takeshi Tachise, profesor asistente de la Universidad de Toyama, ese número no es motivo de orgullo. “No es algo bueno —explica—. Refleja una sociedad donde es difícil divorciarse. Es un símbolo de que Toyama es una prefectura con poca libertad”.
Tachise, quien investiga temas de aislamiento y soledad, sostiene que muchas mujeres en la región permanecen en matrimonios infelices porque sienten que no tienen otra salida. “Incluso en situaciones donde sería razonable divorciarse, no pueden hacerlo. Si observamos también la tasa de suicidios femeninos, vemos que muchas mujeres viven con una sensación constante de opresión y la soportan en silencio”, advirtió.
SUICIDIO E INFELICIDAD
Durante la pandemia de COVID-19, Toyama registró el mayor aumento del país en la tasa de suicidios femeninos respecto a los años previos. El investigador apunta a que, en una prefectura con alto nivel de empleo femenino, muchas mujeres quedaron atrapadas en una rutina agotadora entre el trabajo y las responsabilidades domésticas. “Sin espacios para desconectarse, muchas llegaron a su límite”, señaló.
Las encuestas también revelan que las mujeres de entre 30 y 40 años que viven en Toyama son tres veces más propensas que el promedio nacional a decir que se sienten “frecuentemente solas”. Esta realidad, sumada a los rígidos patrones sociales, ha contribuido a otro fenómeno preocupante: la migración de jóvenes hacia otras regiones. En particular, el éxodo de mujeres en sus 20 años se ha vuelto un problema creciente.
“Las jóvenes ven el sufrimiento de sus madres y piensan: ‘No quiero convertirme en ella’ —explica Tachise—. Por eso optan por no casarse o se mudan a lugares como Tokio para vivir con más libertad”.
A pesar del panorama sombrío, en Toyama han comenzado a surgir iniciativas para ofrecer apoyo emocional, redes comunitarias y oportunidades laborales más flexibles.
En la ciudad de Takaoka, un antiguo edificio tradicional ha sido transformado en un centro comunitario donde madres pueden reunirse, conversar y compartir experiencias cotidianas. Estas iniciativas buscan crear una red de apoyo que contrarreste el aislamiento y ayude a las mujeres a recuperar autonomía y esperanza. (RI/AG/IP/)
Descubre más desde International Press - Noticias de Japón en español
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.









