
Japón atraviesa un cambio silencioso pero profundo en el mapa de sus élites económicas. A 80 años del fin de la guerra y tras una década marcada por la política monetaria expansiva del Abenomics, el país ve crecer un fenómeno particular: la aparición de los llamados “nuevos ricos”, un sector que combina herederos de grandes patrimonios con jóvenes inversionistas que aprovecharon la ola de liquidez y el auge inmobiliario de la era Reiwa.
Según el análisis del especialista inmobiliario Tomohiro Makino, autor de “La clase de bienes raíces: 25 preguntas para adquirir la visión de los ricos”, y citado por la revista The Gold, esta nueva clase adinerada ha cambiado las dinámicas de consumo, inversión y hasta la vida cotidiana en las ciudades japonesas.
DOS ROSTROS DE LOS NUEVOS RICOS
El primer grupo lo conforman quienes heredan fortunas en una sociedad envejecida, donde las sucesiones masivas se han vuelto más frecuentes. Hijos de entre 50 y 60 años reciben importantes patrimonios, pero en lugar de gastarlos, prefieren preservarlos como un colchón para la vejez. Son los llamados “ricos tranquilos”, alejados de un consumo ostentoso.
En contraste, el segundo grupo lo encabezan jóvenes de 30 a 40 años que, sin esperar herencias, aprovecharon la flexibilización del crédito para endeudarse, invertir en propiedades y multiplicar su capital. Muchos compraron pequeños apartamentos o edificios antiguos que hoy generan rentas millonarias. Algunos incluso han dejado sus empleos para dedicarse de lleno a ser inversionistas, con un perfil más arriesgado y dinámico que sus predecesores.
LOS HEREDEROS DE SEGUNDA Y TERCERA GENERACIÓN
La otra cara visible del fenómeno son los descendientes de familias que construyeron fortunas durante la posguerra y el alto crecimiento económico. Para muchos de estos jóvenes, el trabajo no es una necesidad: poseen edificios enteros en renta o acciones de empresas familiares que les garantizan ingresos más que suficientes.
El retrato es revelador. Un propietario de edificios de Tokio, por ejemplo, vive de las rentas heredadas y pasa sus días con actividades que revelan abundancia de tiempo libre. Su esposa comenta con naturalidad: “Hoy salió ya cinco veces a pasear al perro. Tiene tanto tiempo libre que hasta el perro se cansa”.
En lugares como Marunouchi, en pleno corazón financiero de Tokio, cada vez es más común ver en las tardes de los días laborables a parejas jóvenes y familias tomando café en terrazas o viajando en el vagón verde del Shinkansen, en horarios en los que la mayoría de los japoneses trabajan. Son parte de esta generación de segunda y tercera línea, ricos que no necesitan producir para mantener un nivel de vida elevado.
UN CAMBIO EN LA RIQUEZA JAPONESA
La expansión de esta nueva clase no solo transforma los patrones de inversión, también redefine la idea de éxito y de tiempo en una sociedad tradicionalmente marcada por el sacrificio laboral. En Japón, donde aún muchas empresas restringen el trabajo secundario, la única excepción parece ser la inversión inmobiliaria, que se ha convertido en la llave para crear fortunas paralelas.
En la era Reiwa, los nuevos ricos son la muestra de que en el país del esfuerzo colectivo también hay un creciente sector donde el dinero trabaja más que las personas. (RI/AG/IP/)
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