“Viviré por mi hijo”: testimonio de una madre que sobrevivió ciega a Hiroshima

Edificio del Centro Conmemorativo de la Paz de Hiroshima

El 6 de agosto, en el 80º aniversario del bombardeo atómico de Hiroshima, Mitsue Terada (79), una sobreviviente que estaba en el vientre de su madre cuando cayó la bomba, ofreció por primera vez fragmentos de un manuscrito de su madre que hasta ahora no había sido leído en público. Nueve estudiantes de secundaria, procedentes de diversas zonas, asistieron a la sesión que duró cerca de hora y media, narró el diario Yomiuri.

La madre de Mitsue, Tomeko Fukuchi, murió en 2013 a los 94 años. Ella fue alcanzada por la explosión a unos dos kilómetros del epicentro, cerca de la estación de Hiroshima; la onda y los cristales le causaron heridas por todo el cuerpo y la dejaron ciega de por vida. En ese momento llevaba a Mitsue en su vientre. Tras ingresos hospitalarios, entre ellos en Okayama, Fukuchi no pudo ser operada por razones económicas. A pesar de ello, aprendió braille, obtuvo la licencia de masajista y crió a cinco hijos.


En junio de este año Terada supo por familiares que el manuscrito de su madre había sido depositado en el Centro Conmemorativo de la Paz de Hiroshima. Al consultarlo halló una versión publicada en 1963 en una revista vinculada a la Asociación de Madres de Hiroshima por la Prohibición de las Bombas; según Terada, la nota parece haber sido redactada en braille por su madre y luego transcrita por un familiar. El manuscrito lleva por título «Quiero ver el rostro de mi hijo» y comienza con un poema que revela el anhelo de la madre: «Aún sin ver el rostro de mi hijo, aunque sea un sueño, al menos quisiera verlo una vez».

«¿SALTAMOS DEL TREN JUNTAS?»

Entre los pasajes más desgarradores está la narración de una escena en el tren de regreso a Hiroshima. En el texto Fukuchi relata que su propia madre —la abuela de Mitsue— le dijo: «Tomeko, ¿saltamos del tren juntas y morimos?». Fukuchi confiesa que, en ese instante, ella misma había pensado en lo mismo. Sin embargo, ante la propuesta, Fukuchi respondió entre lágrimas: «Madre, entiendo cómo te sientes, pero viviré por mi hijo». Según el manuscrito, ambas pasaron la noche en silencio dentro del tren. Esa decisión, dice Terada, fue la que hizo posible su nacimiento y, con él, que hoy ella pueda contar la historia.


El testimonio también recoge la amargura cotidiana de una mujer privada de la vista: Fukuchi escribía sobre la impotencia de asistir a actos escolares «solo para oír» a sus hijos y sentir que las lágrimas brotaban por no poder verlos. En la parte final del manuscrito, la madre lanza un llamado a la paz: pide que desaparezcan la palabra y la idea de guerra, y clama por la paz citando un dicho japonés: «Nami no tatanai heiwa na sekai» (un mundo pacífico sin olas), añadiendo que si la guerra ha de existir, al menos le devuelvan la vista para poder ver a su hija.

Mitsue Terada comenzó a dar testimonio público en 2014, al año siguiente de la muerte de su madre. El hallazgo del manuscrito le ha permitido, según dijo en la sesión, conocer «la voz íntima» de su madre y le ha otorgado un impulso renovado para su labor de recuerdo y educación: transmitir lo que su madre no pudo expresar en voz alta y garantizar que su experiencia contribuya a la memoria colectiva contra la guerra. (RI/AG/IP/)


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