¿Por qué el discurso xenófobo ha calado entre los nuevos votantes japoneses?

Sohei Kamiya líder del Sanseito

El auge de partidos políticos emergentes de derecha en Japón, como el Sanseitō y el Partido Conservador Japonés, ha puesto en evidencia una ola de discursos nacionalistas y xenófobos que gana terreno, sobre todo entre los jóvenes votantes y sectores tradicionalmente apáticos frente a la política. La preocupación por la seguridad, el desempleo, la cultura nacional y los efectos de la inmigración son ahora ejes centrales de sus propuestas, y sus seguidores afirman haber “despertado” políticamente.

En las elecciones a la Cámara de Representantes de octubre pasado, ambos partidos obtuvieron tres escaños cada uno, un logro notable considerando su reciente creación. Su avance ha estado acompañado de un discurso que señala a los extranjeros como responsables del deterioro social y económico, lo que ha encendido las alarmas entre analistas y defensores de los derechos humanos.


“PRIMERO LAS OBLIGACIONES, LUEGO LOS DERECHOS”

Durante una actividad del Sanseitō en la prefectura de Wakayama, sus simpatizantes redactaron propuestas para una “nueva constitución japonesa”. Entre ellas, destacaban postulados como prohibir la propiedad de tierras por extranjeros, obligar a quienes residen en Japón a seguir las costumbres locales y convertir el voto en un deber obligatorio. Varias personas coincidieron en que los inmigrantes deben cumplir primero con sus deberes antes de acceder a derechos, una visión que se repite entre los asistentes a estos eventos.

Para muchos, el punto de inflexión fue la pandemia de COVID-19. Jóvenes que se negaban a usar mascarilla encontraron en estos partidos una representación política que desafiaba la narrativa oficial. Kyodo dijo en un artículo que el discurso de figuras como Sohei Kamiya, secretario general del Sanseito, se convirtió en una especie de “idolatría política” para algunos, especialmente entre jóvenes que trasladaron el fervor de los “ídolos pop” a la política.


Kamiya se identifica abiertamente con los partidos ultraderechistas europeos, pero asegura que no es xenófobo. Sin embargo, acaba de afirmar que Japón «no necesita de los trabajadores inmigrantes» y que no deben tener acceso a la visa permanente. Además sostiene posturas engañosas en las que asegura que no pide que los extranjeros se vayan, pero al mismo tiempo reclama que una vez que Japón solucione «sus problemas» de empleo y demografía deben volver a sus países.

Es más, este político asegura que los salarios de los japoneses no suben por la presencia de mano de obra extranjera barata, soslayando la pérdida de competitividad de la industria japonesa precisamente por la falta de trabajadores, encarecimiento de los costos de producción, subida de los combustibles, entre otros.

¿CÓMO CAPTAN SEGUIDORES?


Una estudiante de 19 años relató cómo su madre, seguidora del Sanseito, la introdujo al partido en un entorno vinculado al consumo de productos orgánicos y la crianza natural. A través de ese círculo, fue desarrollando desconfianza hacia los alimentos importados y adoptando una visión nacionalista que aboga por la autosuficiencia alimentaria como defensa cultural.

Otro caso revelador es el de un joven universitario que, tras ver videos en YouTube, se convenció de que el Estado japonés gasta más en extranjeros que en sus propios ciudadanos. “¿Por qué los japoneses seguimos con sueldos bajos mientras se protege tanto a los extranjeros?”, se pregunta. Él, como muchos, asegura que estos partidos son la “última opción” para proteger a Japón.


UN FENÓMENO QUE SE ALIMENTA DEL MIEDO

El miedo también impulsa este giro ideológico. Una ama de casa de 46 años confesó sentirse insegura al ver a grupos de extranjeros en los parques de su barrio, aunque admite que nunca sufrió una agresión. “No es que tenga algo contra ellos, pero siento que ya no es el mismo Japón”, dijo. En su visión, los extranjeros deben ser “buenos” y respetar la cultura japonesa, pero teme que el número y la “calidad” de los inmigrantes no esté bajo control.

Otra simpatizante de 63 años aseguró que antes votaba por el Partido Liberal Democrático (PLD), pero desde el asesinato del ex primer ministro Shinzo Abe siente que “Japón se está derrumbando”. Ella sostiene que su espíritu “patriótico” la lleva a apoyar propuestas firmes contra la inmigración y el “avance de los intereses extranjeros”.

¿REALMENTE ESTÁN EN ASCENSO?

A principios de junio, el profesor Masaki Hata, especialista en psicología política de la Universidad de Economía de Osaka, decía que presencia del nacionalismo extremo no había crecido de forma significativa desde 2022. “Hablar de ‘ascenso’ es apresurado. Su base electoral permanece estancada”, explicó. 

No obstante, Hata advirtió sobre la importación de estrategias de partidos ultraderechistas europeos, como el Reagrupamiento Nacional de Francia. “Se recurre al argumento de que el pueblo japonés está perdiendo sus empleos y su cultura frente a los extranjeros”, apunta. Para él, era esencial denunciar esta tendencia antes de que cale más profundamente y no se equivocaba. En las últimas semanas, la tendencia del voto conservador en Japón se está decantando por estos grupos.

Por ejemplo, Sanseito, ha ganado escaños en las elecciones regionales. Sus candidatos fueron los más votados en los comicios celebrados el pasado 15 de junio en las ciudades de Amagasaki (Hyogo), Nishio (Aichi) y Awara (Fukui). Con un fuerte discurso anti inmigrante, como el centro de los principales males de Japón, y promesas de rebaja de impuestos está logrando un fuerte apoyo de los votantes conservadores adultos y jóvenes.

EL PRECIO DEL RESENTIMIENTO

El artículo cierra con una reflexión inquietante. Si bien la movilización política es en sí positiva, muchos de estos nuevos votantes han canalizado su frustración contra los inmigrantes, convertidos en chivos expiatorios. Las divisiones ya no se dan solo entre japoneses y extranjeros, sino también entre jóvenes y mayores, ricos y pobres.

El crecimiento del resentimiento, más que el de las propuestas reales, parece ser el combustible de estos partidos. La democracia no puede construirse sobre la exclusión. “En lugar de utilizar al otro como enemigo, deberíamos discutir cómo construir un país donde nadie quede atrás”, concluye la crónica. (RI/AG/IP/)


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