Osaka 2025: críticas por el caos digital y exclusión de visitantes extranjeros

Mejor Foto de la Expo tomada el 13 de junio.

El proyecto de la Expo Osaka-Kansai 2025, que prometía ser un escaparate de la innovación japonesa bajo el lema de un «super recinto inteligente», ha resultado ser, en la práctica, una muestra de las debilidades estructurales del país en materia de digitalización y atención al visitante extranjero. Así lo analiza la revista Newsweek Japan en un artículo que cuestiona duramente la experiencia ofrecida hasta el momento.

Muchos visitantes extranjeros llegan a Japón con la imagen idealizada de un país tecnológicamente avanzado, eficiente y con una hospitalidad sin igual, influenciados por el legado de la electrónica japonesa y la narrativa difundida en redes sociales. Sin embargo, quienes residen en Japón conocen otra realidad: tecnología obsoleta, burocracia rígida y servicios atados a manuales que dejan poco margen para la flexibilidad.


La Expo Osaka, lejos de revertir esta percepción, parece haberla amplificado. Pese a las advertencias previas sobre presupuesto excedido, declaraciones imprudentes de sus dirigentes, retrasos en las obras y abandono de países participantes, su inauguración generó cierto alivio. Pero la reacción del público, especialmente de turistas extranjeros, ha sido ampliamente negativa.

Entre las promesas incumplidas está la digitalización total del evento: entradas, mapas, reservas y pagos, todo debía ser manejado vía aplicación. Pero el resultado ha sido confusión y frustración. Las apps fallan, exigen múltiples descargas y dobles verificaciones, y su funcionamiento es poco intuitivo. Muchos visitantes —incluidos adultos mayores y extranjeros— se ven excluidos por no contar con tarjetas de crédito compatibles o por no comprender los sistemas de pago sin efectivo.

En un ejemplo relatado por el autor de la nota —quien también se desempeña como guía de turistas—, obtener un simple mapa impreso implicó hacer fila durante dos horas y pagar 200 yenes. Para disfrutar de la Expo por un día, se requiere instalar hasta cinco aplicaciones distintas. No hay información clara sobre alternativas para quienes no manejan tecnología con soltura.


Más preocupante aún es la exclusión de grupos de turistas extranjeros. Muchos pabellones no aceptan reservas grupales salvo para escuelas japonesas, y en los pocos que sí lo hacen, el proceso es errático. En un caso citado, de una solicitud para 20 personas, solo 8 recibieron confirmación. “¿Cómo explicar a una clase escolar o a un grupo turístico que solo algunos pueden ingresar?”, se pregunta el articulista.

El exalcalde de Osaka, Ichiro Matsui, reconoció antes del evento que “los japoneses, incluido yo, no estábamos preparados para la tecnología digital en una sociedad superenvejecida”. Pero según Newsweek Japan, esa reflexión apenas roza el problema de fondo.

La revista afirma que en el afán de alcanzar la transformación digital (DX), se ha descuidado por completo la experiencia del usuario (UX). A ello se suman contradicciones graves: una Expo que se dice comprometida con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (SDGs), pero deja a ciertos públicos “excluidos” y “desatendidos”.


Para muchos visitantes, el evento se ha reducido a una pasarela de stands corporativos de grandes multinacionales. En vez de una visión inspiradora del futuro, encuentran una vitrina desigual, carente de liderazgo, empatía y capacidad de reacción ante los problemas.

“La diferencia con el gobierno japonés actual —concluye el análisis— es que al menos la Expo termina en octubre”. (RI/AG/IP/)



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