
Desde el inicio de su segunda presidencia, Donald Trump acusó a Japón de practicar comercio “desleal” en el sector automotriz. Su argumento: los autos estadounidenses casi no se venden en Japón, y eso se debería a “barreras no arancelarias” impuestas por el gobierno japonés. Sin embargo, especialistas y cifras revelan que las razones son mucho más prácticas que políticas.
La cadena TBS dijo que en Japón se vendieron alrededor de 3 millones de vehículos nuevos en un año. De ellos, menos de 20.000 fueron autos importados desde Estados Unidos. Frente a esa baja participación, Trump propuso subir el arancel a los autos extranjeros del 2,5% al 25%. Aunque Japón actualmente no aplica aranceles a los autos estadounidenses, la administración estadounidense sostuvo que existen obstáculos indirectos —reglas, normas y subsidios— que desalientan la entrada de marcas americanas.
¿EXISTEN REALMENTE BARRERAS NO ARANCELARIAS?
Las llamadas “barreras no arancelarias” son medidas como normativas de seguridad, requisitos técnicos, subsidios o estándares medioambientales que pueden hacer más difícil la venta de productos importados. Según Trump, esas barreras frenan las ventas de autos estadounidenses en Japón.
Pero para expertos como el crítico automotriz Mitsuhiro Kunisawa, esta acusación no se sostiene. “Las barreras no arancelarias en Japón son mínimas. El problema real es que los autos americanos no se ajustan al mercado japonés: son grandes, consumen mucho combustible y no responden a los gustos ni a las necesidades de los conductores locales”, afirma.
UN TEMA DE TAMAÑO, EFICIENCIA Y CULTURA
Las ciudades japonesas tienen calles estrechas y plazas de estacionamiento limitadas. En ese contexto, un vehículo grande como una camioneta o un SUV estadounidense no es práctico. Además, el precio del combustible en Japón es alto, y los consumidores valoran mucho la eficiencia energética. Aquí, los autos compactos, híbridos o eléctricos tienen la delantera.
También está el tema de la adaptación. Muchas marcas estadounidenses no ofrecen modelos con volante a la derecha (como exige la norma japonesa), ni se esfuerzan en adaptar el diseño, las funciones o el servicio posventa al gusto local. En resumen, los autos americanos no fallan por culpa de Japón, sino por no ajustarse a un mercado muy competitivo y particular.
IMPACTO ECONÓMICO SI HAY REPRESALIAS
Aunque Trump argumentaba que Japón bloquea a los fabricantes americanos, su amenaza de imponer un arancel del 25% a los autos japoneses sí tendría consecuencias graves. Japón exporta autos por más de 6.000 billones de yenes al año a Estados Unidos, lo que representa casi un tercio de su volumen exportador. Si se aplicara esa tarifa, los autos japoneses serían mucho más caros en el mercado estadounidense y perderían competitividad.
El golpe no sería solo a los autos fabricados en Japón. Muchas marcas, como Toyota, también producen vehículos para Estados Unidos desde plantas en México. Si esos modelos también enfrentan el arancel, toda la red de producción y abastecimiento se vería afectada, incluyendo a cientos de proveedores japoneses de autopartes.
Ante esta presión, Japón ha iniciado gestiones para evitar que sus autos sean incluidos en un posible aumento arancelario. El gobierno está coordinando una visita a Washington para defender la apertura del mercado japonés y argumentar que el problema de fondo no es político, sino técnico y cultural. (RI/AG/IP/)
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