El pequeño pueblo rural de Cowra, en Australia, conmemoró los 80 años de la audaz fuga de cientos de prisioneros de guerra japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. El intento de escape, conocido como el «Cowra Breakout», ocurrió el 5 de agosto de 1944 en un campo de internamiento en esta localidad de Nueva Gales del Sur.
El evento conmemorativo, realizado poco antes de las 2 a.m., hora local, recreó los momentos previos a la masiva fuga, incluyendo el disparo de dos tiros de advertencia y el lanzamiento de bengalas al cielo, tal como sucedió aquella fatídica noche.
La ceremonia tuvo lugar en el sitio donde se encontraba el campo y contó con la presencia de familiares de los antiguos prisioneros de guerra, el viceministro parlamentario de Asuntos Exteriores de Japón, Yasushi Hosaka, y estudiantes de la escuela Seikei Gakuen de Tokio.
Hosaka, quien representó al gobierno japonés en el evento, expresó su agradecimiento a los habitantes de Cowra. «No mostraron hostilidad hacia Japón y extendieron un espíritu de tolerancia y amistad. No fue una decisión fácil», declaró a los medios tras la ceremonia.
El primer ministro australiano, Anthony Albanese, visitó el domingo las tumbas de los soldados caídos y colocó una corona de flores junto al embajador de Japón en Australia, Kazuhiro Suzuki. «La gente de Cowra nos recuerda que, pase lo que pase, nuestra humanidad común tiene el poder de trascender todo», afirmó Albanese. «Después de la noche más oscura, Cowra tomó las cenizas de la guerra y cultivó cuidadosamente las raíces de la amistad».
El «Cowra Breakout» es reconocido como la mayor fuga de prisioneros en la historia moderna, y provocó la única batalla terrestre librada en suelo australiano durante la guerra. Más de 230 soldados japoneses murieron, ya sea abatidos o al suicidarse, y cuatro soldados australianos también perdieron la vida en el incidente.
Hiroaki Asada, de 75 años, cuyo suegro Shiro Asada fue uno de los pocos testigos que sobrevivieron al suceso, viajó desde Japón para participar en la conmemoración. Shiro, un ex prisionero de guerra de la prefectura de Shimane, falleció en 2002 a los 82 años. Antes de su muerte, había expresado que los soldados japoneses se sentían desesperados por vivir con la culpa de ser prisioneros enemigos y estaban decididos a «morir» de inmediato.
Según Hiroaki, residente de Hiroshima, Shiro se sintió en deuda con Australia por «perdonarnos sin castigarnos», y después de la guerra, pasó muchos años interactuando con la gente de Cowra. Parte de sus restos fueron enterrados en un cementerio de la localidad australiana en 2004.
Gwen Downes, residente de Cowra de 100 años y uno de los últimos vínculos vivos con los eventos de hace 80 años, también asistió a los eventos conmemorativos de ayer lunes. En una entrevista con Kyodo News, Downes recordó cómo los dramáticos acontecimientos afectaron su día de bodas, retrasando el tren en el que se dirigía a su luna de miel en Sídney, mientras los soldados australianos buscaban a los prisioneros fugados.
Durante el intento de escape, más de 1.000 militares japoneses con armas improvisadas como bates de béisbol y cuchillos afilados, trataron de huir del campo de Cowra, utilizando mantas de lana y guantes de béisbol para protegerse al trepar las vallas de alambre de púas. En los días siguientes, los 334 prisioneros que lograron escapar fueron recapturados, excepto 25 que murieron. (RI/AG/)
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