Mika Tashiro, una mujer que fue voluntaria de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón en Honduras durante dos años, dirige el Centro Multicultural DIVE de Fuchu, en Tokio.
El objetivo del centro apoyado por el municipio de Fuchu es crear un espacio de feliz convivencia entre extranjeros y japoneses.
En declaraciones a Mainichi Shimbun, Tashiro explica que el objetivo del centro en Fuchu, donde residen más de 6.300 extranjeros, es ayudarlos a independizarse.
Muchas de las solicitudes de ayuda de los aludidos están relacionadas con la vida cotidiana: cómo ir un hospital, cómo abrir una cuenta bancaria, cómo firmar un contrato de telefonía móvil, etc.
También recurren a ellos extranjeros que no tienen dinero. Si bien el centro no presta plata, los conecta con el departamento de bienestar social de la ciudad u otras organizaciones.
El centro organiza eventos para que los residentes extranjeros y japoneses interactúen entre sí y enseña japonés a niños con la ayuda de estudiantes de la Universidad de Estudios Extranjeros de Tokio.
Tashiro dice que los extranjeros están aislados. Solo se relacionan con personas de su país y no tienen conexiones con los japoneses (incluyendo a sus vecinos). Debido a esa falta de contacto, no pueden resolver ni siquiera problemas simples.
“Parece que los japoneses todavía no están acostumbrados a los extranjeros”, advierte la mujer de 58 años.
“A veces tengo la impresión de que Japón les impone unilateralmente sus valores y costumbres”, añade.
Incluso en asuntos en los que japoneses y extranjeros deberían ser tratados por igual, se da prioridad a los japoneses, dice.
Tashiro señala que la Convención sobre los Derechos del Niño establece que los niños tienen derecho a la educación. Sin embargo, cuando los niños extranjeros dejan de ir a la escuela, a veces se les deja solos y no se les anima a volver a clases. (International Press)
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