“Creo que suspirar es una forma de acoso psicológico” y “suspirar involuntariamente es acoso de poder” son algunos de los mensajes que se leen en las redes sociales en Japón sobre el impacto de los suspiros en el trabajo.
¿Cómo algo aparentemente nimio como un suspiro puede ser considerado acoso?
Kaname Murasaki, jefe de una asociación con sede en Osaka que ayuda a empresas con problemas relacionados con el hostigamiento, explica a Mainichi Shimbun que si una persona suspira repetidamente delante o cerca de otra -gesto que acompaña con muecas o relamida de labios, por ejemplo- estaría ejerciendo “acoso emocional” sobre su compañero de trabajo.
¿Por qué?
Porque a través de sus expresiones faciales y no verbales de mal humor o tristeza estaría transmitiendo su bajo estado de ánimo a su colega.
Eso podría afectar la atmósfera en el trabajo y, quizá, minar la productividad de los trabajadores.
Murasaki aclara que a menudo los “acosadores” no son conscientes de que están diseminando su mal humor o bajo estado anímico.
Aunque en la ley no está tipificado el hostigamiento emocional, Murasaki dice que cada vez recibe más consultas sobre este tipo de acoso.
¿Qué se puede hacer? Hablar con el “acosador” (quien, como se ha dicho, por lo general no sabe que lo es) para que abra los ojos y reconsidere su actitud.
Hacerlo puede incluso ser beneficioso para la persona. Preguntarle “suspiras mucho, ¿estás bien?” denotaría preocupación por su condición anímica y podría ayudarlo a resolver un problema, pues -como apunta el psiquiatra Tomosuke Inoue- los continuos suspiros pueden ser, entre otras cosas, “un signo de depresión subyacente”.
Lo mejor es ir a la raíz del problema (la causa de la angustia o estrés), pero eso puede tomar tiempo.
Sin embargo, hay algo que se puede hacer ya, según el psiquiatra: respirar profundamente de forma consciente. “Concéntrate en exhalar lentamente durante unos seis segundos” recomienda. (International Press)