Extranjeros en situación ilegal en Japón ayudan a supervivientes del terremoto

Anamizu (ANN News)

 

Williams, un ugandés de 46 años solicitante de refugio con libertad provisional por permanecer de manera ilegal en Japón, quedó impactado por las imágenes del terremoto que el 1 de enero devastó la prefectura de Ishikawa.


“La ciudad incendiada de Wajima parecía la Uganda de la guerra civil, y me puso triste recordar mi infancia cuando escapé al hospital con mi madre”, dice el hombre en diálogo con Mainichi Shimbun.

El sufrimiento de los supervivientes despertó en Williams -que vive en la prefecura de Aichi- el deseo de ayudar trabajando como voluntario en el área devastada.

¿Pero cómo hacerlo si al estar en libertad provisional no puede salir de Aichi ni trabajar?


Se lo preguntó a Akemi Mano, una cantautora que apoya a extranjeros como Williams que están en libertad provisional.

La artista conoce la Oficina Regional de Servicios de Inmigración de Nagoya porque la visitó varias veces para solicitar la liberación provisional de Wishma Sandamali, la mujer de Sri Lanka de 33 años que murió en 2021 mientras estaba detenida.

Mano consiguió que las autoridades de inmigración de Nagoya le dieran permiso temporal a Williams para salir de Aichi.


El destino del ugandés sería un comedor popular en el pueblo de Anamizu.

Como el lugar necesitaba más voluntarios, con Williams partieron otros ochos extranjeros de Brasil, la República Democrática del Congo y Uzbekistán con una situación similar a la suya.


Mano viajó con ellos como su garante.

El 5 de mayo, la delegación de voluntarios partió de Aichi y llegó a Anamizu ocho horas después. En un minibús alquilado llevaron comida.

En medio de escombros, casas destruidas y carreteras agrietadas, pasaron la noche en el vehículo.

Al día siguiente, muy temprano, comenzaron a trabajar.

Las 150 raciones que los extranjeros llevaron -incluyendo platos de sus países de origen- y que luego sirvieron en el comedor “se acabaron en un instante”, según Mainichi.

Un superviviente de 65 años no solo se mostró agradecido por la comida, también por la compañía.

Pese a que no tiene dinero suficiente para reparar su casa o comprar una nueva, le dijo -sonriendo- a Willams: “Normalmente no tengo a nadie con quien hablar, así que hablar así me hace feliz”.

“Me alegro de haber podido ayudar, aunque sea un poco”, comenta el ugandés, ya de regreso en Aichi.

Por su parte, Mano destaca que si bien los extranjeros como Williams necesitan apoyo, su trabajo como voluntario en Anamizu muestra que ellos también pueden tender una mano.

El sentimiento de querer ayudar a las personas que lo necesitan trasciende cosas como la raza y la nacionalidad, añade. (International Pres


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