“Una persona con un olor particularmente nocivo me marea. Mi jefe me dijo que aguantara y usara una mascarilla”.
El autor de este mensaje en X se quejó hace poco del mal olor que desprendía un compañero de trabajo en Japón.
Una fetidez que a medida que se acerca el verano -y con él los sudores- probablemente aumentará.
Esta agresión al olfato en el centro de trabajo se conoce como “acoso por olor”, explica Mainichi Shimbun.
Este tipo de acoso no solo proviene del olor del cuerpo o el mal aliento, sino también de los perfumes o el tabaco, entre otras cosas.
A diferencia del acoso sexual o de poder, no está tipificado como delito (considerando que no hay intención por parte del “agresor”, que a veces ni siquiera tiene conciencia de que despide malos olores).
El experto en temas laborales, Shingo Minoda, sostiene en declaraciones a Mainichi que las víctimas de este acoso deben hablar y las empresas, actuar.
¿Qué pueden hacer los empleadores?
Medidas de prevención: ventilación y uso de purificadores de aire, entre otras.
Para enfrentar el problema: elaboración de directrices para gestionar el asunto, realización de encuestas a los trabajadores para evaluar el clima laboral al respecto y apertura de un espacio de consulta.
Ahora bien, que tenga que hablarse sobre el tema no significa hacerlo de cualquier modo.
Hay que tener tacto para no herir los sentimientos de la persona que -quizá sin saberlo- emite el mal olor y el empleador debe hablar con ella sin que haya otros trabajadores alrededor, dice el especialista.
Las palabras deben elegirse con cuidado, añade.
Hablar puede beneficiar también a la persona que despide mal olor cuando este permite descubrir graves problemas de salud subyacentes.
Es un tema que preocupa a la mayoría de japoneses.
Una encuesta hecha por Mandom, un fabricante de cosméticos con sede en Osaka, en septiembre pasado a 800 personas de 20 a 59 años reveló que el 63 % estaba preocupado por su propio olor. (International Press)