“Mi esposa odia las tareas del hogar y solo lava la ropa una vez a la semana. Yo hago las compras, cocino y hago otros quehaceres de la casa. Comemos y dormimos en habitaciones separadas y no hemos tenido relaciones sexuales en 20 años”.
El autor de estas líneas es un sexagenario recientemente jubilado que vive en la prefectura de Okayama y envía una carta a Yomiuri Shimbun en busca de consejo.
La pareja tiene hijos grandes que ya se independizaron. Viven solos.
“Ella ha trabajado a tiempo completo durante unos 25 años y creo que tiene ahorros de unos 50 millones de yenes (330.000 dólares), pero yo pago todos nuestros gastos de manutención”, dice el hombre.
También paga la hipoteca de 50 millones de yenes, así como los impuestos y el seguro del coche de ella.
Una vez le dijo a su esposa que pagara de su bolsillo el seguro de su automóvil, pero la mujer se negó.
Más aún, con frecuencia lo incordia preguntándole: “¿Cuándo vas a conseguir un nuevo trabajo?”.
El hombre de Okayama dice que su esposa siempre piensa que tiene la razón y nunca escucha a nadie. Por eso evita hablar con ella.
“Tengo dos nietos en otra prefectura, por eso no puedo divorciarme. ¿Qué debo hacer?”, pregunta.
“Vivir con alguien que no comparte tus sentimientos no solo es traicionarte a ti mismo, sino también arruinar tu propia vida”, le responde el escritor Tomomi Fujiwara a través de Yomiuri.
Dicho esto, Fujiwara le aconseja lo obvio: divorciarse.
Lo que el escritor no entiende es por qué sus nietos, que no viven con él, son la razón por la cual no puede divorciarse.
¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?
Fujiwara sospecha que en el fondo él mismo es renuente al divorcio.
“Cuando eres sometido a abuso emocional por parte de alguien que siempre piensa que tiene razón y nunca escucha a los demás, es fácil sentirse psicológicamente subyugado”, escribe.
Ese podría ser el caso del ciudadano de Okayama que quizá, subconscientemente, aguanta la situación para que las personas de su entorno no lo vean como un hombre débil, añade.
Sin embargo, hay hombres que hablan de los abusos que cometen contra ellos sus esposas, y él podría encontrar a personas que comprendan su situación, señala.
Fujiwara le recomienda la intervención de un tercero, como un abogado, para que intermedie entre ambos y aborden el problema “con calma”.
“Decídase a vivir su vida con felicidad y en paz”, concluye. (International Press)