A la 1:17 de la tarde, tras el almuerzo, un sistema de intercomunicación en una escuela de secundaria y preparatoria en la ciudad de Uto, prefectura de Kumamoto, anuncia el inicio de la hora de la siesta.
La luz se atenúa y las cortinas se cierran. Se emite música relajante y los estudiantes apoyan sus cabezas sobre sus escritorios con las manos cruzadas.
Diez minutos después, la siesta concluye.
Acto seguido, los alumnos hacen tareas de limpieza en su aula y reanudan sus clases sintiéndose renovados, destaca Asahi Shimbun.
En este colegio, dormir se incentiva, no se castiga.
Esta rutina se cumple en la escuela desde 2015, gracias al profesor de ciencias Yuichi Goto.
El maestro propuso el sistema como una forma de combatir la somnolencia después del almuerzo, algo que afectaba a la mayoría de los estudiantes.
Cuando llegaba la primera clase de la tarde, muchos estudiantes se quedaban dormidos.
Goto sugirió la iniciativa con asesoría de Masashi Yanagisawa, profesor de medicina del sueño de la Universidad de Tsukuba.
Su propuesta fue recibida con escepticismo. Los desconfianza se disipó cuando la rutina se implantó en fase de prueba y obtuvo una buena acogida, tanto así que lleva nueve años aplicándose.
“La clave es fijar el tiempo en 10 minutos”, dice Goto a Asahi.
Tras la reparadora siesta, los estudiantes pueden concentrarse mejor durante las clases.
El profesor Goto está satisfecho por el éxito del sistema. Destaca que en un país donde se valora sacrificar el sueño para trabajar o estudiar, cada vez se comprende más que dormir lo suficiente puede dar frutos en muchos aspectos. (International Press)