“Quiero un sistema en el que podamos elegir trabajos libremente y obtener aumentos salariales”, dice Nguyen Quang Huynh, un vietnamita de 28 años que trabaja en una compañía de construcción en la ciudad de Mihara, prefectura de Hiroshima.
Nguyen se refiere al programa de aprendices extranjeros del que él formó parte cuando llegó a Japón hace ocho años, y que -opina- debe ser abolido para crear otro en su lugar.
El programa, en teoría creado para capacitar a trabajadores extranjeros, es una fuente de mano de obra barata donde campean los abusos.
Además, no permite que un aprendiz cambie de trabajo (aunque sea explotado o no le paguen, razón por lo cual muchos huyen en busca de otros destinos laborales).
En declaraciones a Mainichi Shimbun, Nguyen relata que obtuvo un préstamo de 1,3 millones de yenes (9.400 dólares al tipo de cambio actual) para poder venir a Japón a trabajar como aprendiz.
El dinero incluía el pago a un intermediario en Vietnam, encargado de enviar vietnamitas a Japón.
El primer trabajo de Nguyen fue en una empresa de construcción en la ciudad de Fuchu, Hiroshima, donde trabajaba seis días a la semana, de 6 a. m. a 7:30 p. m.
Ganaba de 70.000 a 80.000 yenes (507-579 dólares) al mes tras descontar los gastos de servicios públicos y la habitación que ocupaba.
Se quedaba con 20.000 yenes (144 dólares) para sus gastos de subsistencia y mandaba el resto a sus padres. En sus días libres aprendía japonés en clases impartidas por voluntarios.
Además de su bajo salario, el ambiente laboral era muy malo. Los trabajadores japoneses se insultaban a gritos entre ellos, e incluso llegaban a la violencia.
El vietnamita intuía que tarde o temprano él también sería blanco de ataques. Eso, sumado al hecho de que los años pasaban y su salario no crecía, lo empujó a buscar en 2019 la ayuda de un sindicato que vela por los derechos de los aprendices.
Gracias al apoyo sindical, Nguyen se enteró que su empleador no le había pagado todas las horas extras trabajadas.
Si bien el programa no permite que un aprendiz cambie de trabajo, al vietnamita se le dio permiso para que lo hiciera debido a las malas prácticas de su empleador.
Las cosas han mejorado mucho para Nguyen. Ya no es aprendiz, sino un trabajador calificado gracias al nuevo sistema de visado que Japón creó en 2019.
Ahora gana 250 mil yenes (1.800 dólares) al mes después de impuestos por su trabajo como supervisor y operador de maquinaria pesada en otra compañía de construcción (también en Hiroshima).
Ya terminó de pagar la deuda que contrajo en Vietnam para poder trabajar en Japón, y está saliendo con una compatriota, también residente en el país, con la que planea casarse y echar raíces en Japón.
Nguyen no tiene planeado retornar a su país. “Japón es hermoso. Los japoneses son buenas personas”, dice. “Me gustaría convertirme en un ejemplo a seguir para demostrar que las personas pueden construir sus carreras si trabajan duro en Japón”. (International Press)