En Kioto se ha abierto un restaurante de platos abundantes y baratos. Gyoza, ramen, arroz frito, etc. Una porción de seis unidades de gyoza, por ejemplo, solo cuesta 270 yenes (1,98 dólares).
Lo singular de este nuevo negocio es que se puede comer gratis. La única condición es lavar los platos.
Un letrero en la entrada del restaurante dice: “Los clientes que no pueden pagar sus comidas pueden comer hasta llenarse si lavan los platos durante 30 minutos”.
El dueño del establecimiento es un hombre de 73 años llamado Sadahiro Inoue, quien le cuenta a Mainichi Shimbun que invirtió más de 3 millones de yenes (22 mil dólares) en su pequeño negocio (solo tiene siete sillas).
Inoue no abrió el restaurante para ganar dinero, sino para ayudar a los demás. Y no es nuevo en esto, lo hizo durante casi cuatro décadas.
A cien metros de su actual local, tenía otro restaurante en cuya entrada había colocado un letrero que ofrecía lo mismo: si no puedes pagar, puedes comer lo que quieras si lavas los platos.
De esta manera ayudó a muchísimas personas de bajos recursos (incluyendo a estudiantes, en la zona hay varias universidades). Se estima en 30 mil el número de beneficiarios.
Inoue cerró su anterior negocio durante la pandemia, al cumplir 70 años, la edad de jubilación de las personas que poseen franquicias de la cadena Gyoza no Ohsho.
El septuagenario fue propietario de un local de Gyoza no Ohsho desde 1982 hasta octubre de 2020.
Inoue decidió volver al ruedo cuando se enteró de que había un local disponible cerca de su antiguo negocio y tras observar las dificultades por las que atravesaba mucha gente por la pandemia.
El hombre desoyó los consejos de su familia, que no quería que a su edad, y con un estado de salud que no es precisamente óptimo, abriera un nuevo restaurante.
“Solo quiero que alguien me diga: ‘Gracias, ojiisan’, después de haber llenado su estómago. Algún día, esa persona también podrá ayudar a otros. Si nos ayudamos unos a otros, el mundo será un mejor lugar”, explica.
Otra cosa importante para Inoue es que la gente supere la vergüenza de pedir ayuda. “En el pasado, era común que la gente dijera: ‘Puedes venir a comer a mi casa’. Está bien pedir ayuda a alguien”, dice.
Su restaurante no es solo un lugar para llenarse el estómago, sino también para pedir ayuda. (International Press)
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