A principios de año, un repartidor de periódicos en la isla de Sado, prefectura de Niigata, se dio cuenta de que los ocupantes de una casa no habían recogido los diarios durante tres días y avisó al municipio.
Hiroshi Saito, funcionario de bienestar, visitó la casa en compañía del repartidor. Dentro de ella encontraron los cuerpos de una familia compuesta por un hombre de 59 años, su padre de 91 y su madre de 88.
No se hallaron lesiones externas ni señales de delito o suicidio.
Por el estado de los restos, el hombre habría muerto primero por una enfermedad y luego, sin nadie que los cuidara, sus padres, revela Mainichi Shimbun.
El papá estaba postrado en casa, mientras que la mamá tenía demencia y problemas en las piernas, lo que dificultaba mucho su movilidad.
El padre se había jubilado tras trabajar para un banco regional, mientras que la madre era ama de casa.
El hijo trabajaba en una planta de fabricación de semiconductores hasta que fue despedido hace cinco o seis años debido a problemas financieros de la empresa.
El hombre no buscó un nuevo trabajo y regresó a la casa de sus padres. Se convirtió en un hikikomori. Con dificultades para comunicarse con las personas, no salía y pasaba la mayor parte del tiempo recluido en su habitación del segundo piso.
La tragedia ha puesto en alerta a las autoridades de Sado, que han discutido qué se podría haber hecho para evitar las muertes.
La pareja de ancianos tenía otros dos hijos, una mujer y un hombre (el mayor; el fallecido era el segundo) que vivían en otras ciudades de la prefectura de Niigata.
Aparentemente no mantenían contacto con sus padres y hermano, pues no se enteraron de sus muertes.
Saito, el funcionario que halló los cuerpos, fue designado para que verificara la situación de los ancianos en diciembre de 2022.
Debido a que recién tenía a su cargo a los fallecidos, no estaba familiarizado con su caso.
Además, el funcionario explica a Mainichi, cuya labor consiste en visitar las casas de los mayores de 80 años y cerciorarse de que estén bien, que no interviene si tienen un hijo que se encarga de ellos.
Saito cree que si hubiera estado asignado a la familia antes, con lo cual habría estado mejor informado de su situación (un hijo hikikomori), podría haber hecho algo por ellos. “Es una tragedia y podría suceder en cualquier parte de Sado”, dice.
Para evitarlo, en Sado se propuso facilitar que las familias como la mencionada puedan pedir ayuda al municipio para que este les envíe cuidadores.
Casos como el reseñado no son excepcionales, forman parte del denominado “problema 80-50”.
Mainichi explica que se trata de padres octogenarios que tienen que mantener a sus hijos hikikomori, cincuentones desempleados.
Minoru Kawakita, profesor de sociología experto en el tema, cree que si los padres de Sado hubieran recibido ayuda externa, habrían podido salvarse tanto ellos como su hijo.
Sin embargo, apunta, es posible que los papás hubieron estado demasiado avergonzados para pedir cuidadores porque su hijo estaba desempleado. Incluso hay padres, añade, que ocultan la existencia de hijos así.
El gobierno de Japón, así como las autoridades locales, han creado servicios de consulta especializados para ayudar a estas familias. (International Press)