Aterrizó en Japón en julio de 2018 como aprendiz. En Vietnam, el hombre dejó a su esposa y a un hijo pequeño con el objetivo de ganar dinero para pagar la educación de su niño.
Para viajar y trabajar en Japón, contrajo una deuda de un millón de yenes (7.700 dólares) con un banco.
“Si trabajas en Japón, podrás devolver el dinero de inmediato”, le dijo el intermediario encargado de las gestiones para su estadía en Japón. “Pero fue una terrible mentira”, dice el vietnamita de 32 años a Mainichi Shimbun.
El vietnamita trabajó en una compañía de construcción en la prefectura de Toyama. Su salario neto era de apenas 84.000 yenes (647 dólares) al mes. Duró un año allí.
Gracias a un pariente, consiguió trabajo en una fábrica de zapatos en la ciudad de Kobe. Su remuneración mejoró: 150.000 yenes (1.155 dólares) mensuales.
Sin embargo, el trabajo que hacía en Kobe era ilegal, pues un aprendiz extranjero no puede cambiar de empleo (a menos que haya problemas con la empresa para la que trabaja).
En todo caso, estaba ganando más y su situación había mejorado. Hasta que llegó la pandemia. El trabajo disminuyó y su visa expiró.
A la deriva, supo de la existencia de un refugio en Kobe para trabajadores extranjeros que huyen de la explotación laboral y no tienen donde quedarse.
En el albergue el hombre encontró cobijo. Y gracias al apoyo de una organización sin fines de lucro, ha regularizado su situación migratoria y tiene dos empleos a tiempo parcial: recolección de objetos desechados y trabajos de demolición.
El vietnamita ha logrado pagar su deuda, pero no le queda nada de dinero. Quiere regresar a Vietnam para reencontrarse con su esposa y su hijo, y está preparando su retorno después de experimentar en carne propia que el sueño de Japón no es como se lo pintaron. (International Press)
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