Por: Dr. Raúl Ortega*
Este verano no solo estamos en el pico de la quinta ola por COVID-19 con 25.156 infectados, sino que las temperaturas sobrepasaron los 40ºC y las lluvias torrenciales de agosto en gran parte de Japón han dejado muerte y destrucción. Todos estos acontecimientos nos llevan a un cansancio físico y mental que acentúan aún más la fatiga del verano o “Natsubate”, palabra japonesa que describe la estación “natsu”, y la falta de energía de las personas para moverse al estar extremadamente cansadas “bateru”.
Los síntomas del natsubate incluyen la falta de energía física, insomnio, pérdida del apetito, falta de voluntad para hacer cualquier cosa, cansancio y depresión.
LAS CAUSA DE LA FATIGA
Se puede decir que el término fatiga tiene hasta tres usos o interpretación distinta de las causas que la producen:
Uno es el sentimiento subjetivo de cansancio mental o físico, que puede ser causado por esfuerzo mental o físico, actividad sostenida, falta de sueño o una condición de salud. La falta de motivación para realizar tareas específicas puede o no estar presente. La fatiga es síntoma del COVID-19, de personas con cáncer, o de personas sanas como parte de la vida diaria.
El segundo uso del término fatiga es en la capacidad disminuida para realizar una tarea mental o física como resultado de un agotamiento de los recursos físicos o mentales. El mejor ejemplo son los deportes de resistencia y las tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido, que podrían llevar a una pérdida de motivación.
Un tercer uso del término fatiga, es la angustia por la exposición prolongada a un conjunto de situaciones adversas. La angustia puede tener consecuencias en la motivación que obligan a la persona a intentar detener las causas que la produjeron. También podría ir acompañado de un sentimiento de desesperación y aceptación pasiva de la situación. El mejor ejemplo de este último es la fatiga de la persona a las consecuencias sociales y laborales causadas por la pandemia COVID-19.
EL EFECTO COVID-19
El Covid-19 no solo cambio nuestro estilo de vida, sino que impuso una serie de restricciones a nuestra vida diaria, a la forma en que nos relacionamos con los demás, a las diversas actividades en ambientes cerrados y al aire libre que realizamos cotidianamente, a las visitas regulares a familiares y amigos cercanos, donde debido a la pandemia, un abrazo o un beso pueden ser mortales.
Todo esto generó un cansancio crónico con fatiga física y mental, que luego de 20 meses de pandemia, nos encuentra con una situación que si bien se esperanza en las vacunas para acabar con la pandemia y el SARS-CoV-2, con 40% de su población completamente vacunada y 114.664.353 dosis administradas que representan el 51% de su población con una dosis, estamos aún en Japón con un récord diario en el número de infectados por COVID-19, récord de infectados en las diversas prefecturas, con hospitales que ya llegaron al máximo de su capacidad, con disposiciones absurdas del gobierno para que pacientes infectados leves o moderados con riesgo de hacer enfermedad grave se queden en su casa, con la consecuencia que estos pacientes COVID-19 no puedan llegar nunca a un hospital y menos a una unidad de cuidados intensivos y mueran en casa porque no hay donde conectarlos a un ventilador mecánico o un ECMO, o peor aún, con madres gestantes infectadas por SARS-CoV-2 en trabajo de parto que no tengan atención médica hospitalaria y el bebé también se cuente hoy entre los muertos en casa por falta de atención, algo intolerable para un país desarrollado y considerado la tercera economía del mundo, como Japón.
Esta “fatiga pandémica”, también llamada “fatiga conductual”, “ fatiga de emergencia”, “fatiga pública” o “fatiga de adherencia”, es crónica y ha sido un tema recurrente en la sociedad durante la crisis por COVID-19, y mencionada más de 240 millones de veces en artículos hasta el año pasado, y vista como una amenaza para la salud mundial.
Luego de 20 meses de pandemia, la literatura médica menciona que hasta un 30% de los pacientes afectados por COVID-19 y recuperados del cuadro agudo, tienen síntomas crónicos persistentes que afectan su capacidad física, neurológica o psicológica. De estos síntomas, la fatiga es uno de los más frecuentes y debilitantes, que se manifiesta con la disminución del rendimiento físico y mental debido a cambios en factores centrales, psicológicos y periféricos por el COVID-19.
CÓMO AFECTA NUESTRO SISTEMA NERVIOSO
Si adicionamos al calor intenso, la humedad y la falta de sueño propios del verano, a los cambios obligados en nuestras actividades laborales, la poca o nula actividad física, la falta de relación inter-personal y el estrés producido por el COVID-19, veremos que no es difícil encontrar este verano a muchas personas con una fatiga persistente, que puede llegar a alterar nuestro sistema nervioso autónomo, que es el responsable de controlar los músculos de los órganos internos y de las acciones involuntarias, como los latidos cardíacos, la respiración, la circulación sanguínea, el estómago, los intestinos, el control de la temperatura corporal, las glándulas salivales o sudoríparas, entre otros.
Este sistema consta de dos partes, el simpático que se activa durante el día con el ejercicio físico, y el parasimpático que entra en funcionamiento con el reposo y la relajación por la noche. Cuando hay un excesivo uso del sistema simpático o falta de reposo, se sobre utilizan los nervios del sistema autónomo, esto causa una oxidación de las células nerviosas, con una disminución de la función del sistema nervioso autónomo, siendo esta la causa de una fatiga persistente, que además puede dar lugar a trastornos serios del sistema nervioso autónomo, como problemas cardíacos, alteración de la presión arterial, dificultad en la respiración y disfunción eréctil.
DIETA CONTRA LA FATIGA
Combatir la fatiga es muy importante para evitar llegar a una oxidación de las células nerviosas, que puede ser irreversible. Para esto es muy importante dormir bien, hacer ejercicio y tener una dieta rica en vitaminas A, C, K, sales minerales y electrolitos, que es nuestra principal arma contra el Natsubate.
- FRUTAS tienen un alto contenido de líquido, electrolitos y vitaminas, proporcionando energía y calorías, como la sandía, melón, melocotón, ciruelas, mango, plátano, ricos en vitamina A. Los limones, fresas, naranja, mandarinas, plátano, kiwi, toronja, ricos en vitamina C. Los plátanos, fresa, kiwi, ricos en vitamina K. La ciruela, plátano, melocotón, cereza, que proporcionan sales minerales, hierro, calcio, magnesio y potasio. Palta y coco, con altos contenidos de lípidos HDL que ayudan a eliminar el colesterol.
- ALGAS MARINAS (wakame, nori), proporcionan minerales, calcio, magnesio y evitan los calambres musculares. Ayudan a disminuir la presión arterial.
- Soba, fideos de trigo con alto contenido de fibra, se comen fríos. Ayuda a reducir el colesterol.
- Tofu, la soja es fuente de proteínas y fácil de digerir en verano.
- Infusiones, de limón o pepino por ejemplo ayudan a mantener hidratado el cuerpo, además que ayudan con la digestión.
- Durante el verano evite consumir café y alcohol porque lo deshidrata y lo hará sentir con más fatiga y peor durante el calor. Personas que ingresan a baños termales (onsen) no consuman alcohol antes porque pueden fatigarse rápidamente y su cuerpo tener dificultades para controlar la temperatura, llevándolo a perdida del conocimiento.
El COVID-19 ya lleva un total de 210.016.156 infectados, con 4.403.709 muertes, en 221 países y territorios del mundo según datos del Centro de Sistemas, Ciencia e Ingeniería de la Universidad John Hopkins.
Hay 4.835.941.483 dosis de vacunas administradas en todo el mundo, lo que equivale a 63 dosis por cada 100 personas.
(*) Dr. Raúl Ortega, M.D., Ph.D. OB/GYN, Medicina Reproductiva radicado en Japón. Es columnista de International Press desde 1994. Escríbale al e-mail: inkamed@yahoo.com
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