Hidaka Sato tiene 57 años y es dueño de una farmacia en la ciudad de Mitsuke, prefectura de Niigata, que maneja con su hermana Chiharu.
Hace poco, Sato recibió la visita de su hijo, que vive en Tokio. Lo que no sabía era que estaba infectado con coronavirus. Se enteraron cuando el chico se sometió a una prueba en Mitsuke.
La noticia no tardó en hacerse pública y le ha causado serios problemas a la familia, al extremo de que Sato ha tenido que hacer folletos y pedirle a un periódico local que los distribuyera junto al diario, que tiene alrededor de 14 mil suscriptores.
El objetivo de los folletos es desmentir los falsos rumores que circulan en la ciudad.
Sato explica que su hijo solo tuvo contacto con su familia durante su estadía en Mitsuke, que los parientes se sometieron a una prueba de PCR y que ninguno dio positivo.
“No representamos un riesgo de infección para los demás», dicen los folletos.
Cuando en la ciudad supieron que el hijo estaba infectado, la farmacia del padre comenzó a recibir llamadas telefónicas y correos electrónicos en los cuales se culpaba a los Sato por llevar el virus a Mitsuke.
El padre decidió recurrir a los folletos no solo por su familia, sino también por negocios locales que se habían convertido en blanco de mentiras.
Esos negocios, sin ninguna relación con los Sato, fueron relacionados con la infección del hijo. Como consecuencia, perdieron clientes.
Aunque no era su culpa, Sato, avergonzado de que empresas sufrieran las consecuencias de la maliciosa campaña, llamó a algunas para disculparse.
El japonés utilizó al principio su cuenta de Facebook para disipar los falsos rumores, pero al no conseguir su propósito, decidió recurrir al diario.
En los folletos, Sato sí acepta una responsabilidad: que su hijo haya viajado desde Tokio, la prefectura más afectada por el virus, a su ciudad. Y se disculpa por ello.
¿Han servido los folletos? Hasta cierto punto. Las llamadas y los e-mails críticos a la farmacia han disminuido. (International Press)
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