Los ciervos son una presencia habitual en el Parque de Nara y sus alrededores. Son parte del paisaje natural.
Sin embargo, están lejos de ser unos simples animales. Están considerados como tesoros nacionales desde 1957 y seres sagrados en Japón desde tiempos antiguos.
Además, son una fuente de recursos económicos porque atraen a muchos turistas.
Sagrados o no, durante y después de la Segunda Guerra Mundial casi se extinguen debido a la caza, revela Mainichi Shimbun.En aquella durísima época de grandes carencias materiales, los ciervos eran fuente de comida para los humanos.
El gobierno de la prefectura estableció zonas alrededor del Parque de Nara donde se prohibía atacar a los ciervos, lo que no evitó su caza clandestina para mitigar el hambre.
El número de ciervos se redujo de manera significativa, de 900 antes de la guerra a 79 poco después, según el profesor de sociología Shinichi Watanabe. No todos, sin embargo, habrían sido cazados. Muchos habrían huido antes de caer en manos de los humanos.
Por fortuna, para 1955 el número de estos animales había subido a 378 gracias a la Fundación de Preservación de Ciervos de Nara. Las ciervas dan a luz a un cervatillo casi todos los años si están en el ambiente apropiado.
De acuerdo con cifras de julio de este año, se estima que 1.670 ciervos viven en el Parque de Nara y sus alrededores.
El carácter sagrado de los ciervos hay que rastrearlo en el período de Nara, cuando se construyó el Gran Santuario Kasuga en la ciudad de Nara.
Todo comenzó, según la leyenda, cuando el dios Takemikazuchi-no-Mikoto apareció en la cima del monte Mikasa montado sobre un ciervo blanco después de dejar el santuario de Kashima, en la prefectura de Ibaraki, para proteger la antigua capital de Heijokyo.
Desde entonces, los ciervos de Nara son percibidos como seres sagrados al servicio de los dioses. (International Press)
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