Parece que han pasado semanas y solo hace quince días que tuvimos que empezar a quedarnos en casa sin poder salir a hacer vida normal. El cambio al horario de verano este domingo ha restado una hora a ese duro confinamiento, que ha hecho que aguzemos el ingenio, el buen humor y que hayamos aprendido, por fin, el significado de la palabra resiliencia.
Tras la prórroga del estado de alarma aprobada el viernes quedan dos semanas más y llegados al ecuador de este encierro -de momento- hasta una hora menos es un consuelo. Pero hay otras buenas noticias para aliviar la cuarentena (algunas de ellas esperemos que hayan venido para quedarse):
- Menos contaminación:
Uno de los primeros efectos del confinamiento en los hogares y el recorte de la actividad ha sido la reducción de la contaminación en todo el mundo. En Venecia, hay agua transparente en los canales; en China las emisiones de dióxido de carbono han registrado un «espectacular descenso»; y Lima, una de las capitales de Latinoamérica más contaminadas, tiene el aire más limpio de los últimos años y donde el sábado se pudo ver a delfines jugueteando muy cerca a la playa de la Herradura como no se había visto.
En las ciudades españolas la contaminación está en «mínimos históricos», según Greenpeace. La lucha contra el cambio climático puede avanzar y las estrellas vuelven a ser visibles en el cielo.
- Sin atascos, esperas ni madrugadas:
La reducción de la contaminación viene marcada, en gran medida, por la disminución del tráfico en las grandes ciudades. Los atascos a la salida y entrada de los principales núcleos de población son cosa del pasado.
En Barcelona y Madrid, el tráfico se ha reducido hasta un 90 por ciento el pasado fin de semana y, por semana, ha caído el tráfico hasta un 66 por ciento también en otras grandes ciudades. Las personas que tiene que seguir yendo a trabajar por lo menos pueden hacerlo sin afrontar atascos, esperas o madrugones para llegar a tiempo.
- El valor de los abrazos:
Los dos besos del saludo típico español forman parte de nuestra idiosincrasia y es difícil tener que suprimirlos. Pero las medidas preventivas frente al contagio han eliminado también los abrazos y la cercanía física con nuestros seres más queridos.
Una distancia muy dura de soportar que hace que echemos de menos el contacto físico más de lo que nunca pensamos y que nos enseña a apreciar lo que vale un buen achuchón, tanto de ánimo como de alegría. Cuando esto acabe, no solo nos lanzaremos a los bares, sino a los brazos de nuestros amigos y familiares.
- Conciliando, que es gerundio:
Algunas de las medidas excepcionales impuestas por la cuarentena son además una oportunidad para avanzar en la conciliación de la vida personal y laboral. El cierre de los colegios y la obligación de trabajar desde casa hará más en este ámbito que todos los discursos políticos oídos hasta la fecha.
Es verdad que aún quedan muchos pasos que dar, entre ellos que los horarios se vuelvan menos inhumanos y las sillas más cómodas, pero este gran ensayo de teletrabajo está funcionando. Mejora la eficiencia del trabajador, ahorra tiempo, reduce costes a la empresa, y hasta permite avanzar frente al cambio climático. Si no nos volvemos locos en el proceso, solo queda implantarlo.
- Más atención a los mayores:
En España hay nueve millones de personas de más de 65 años, algunas de ellos sufrieron la Guerra Civi o la Segunda Guerra Mundial, pero no recuerdan una situación como esta. Durante la crisis económica su casa fue el refugio familiar, su pensión sirvió para hacer la compra, e incluso se colgaron la pancarta de yayoflautas para defender en la calle reivindicaciones de todos.
Ahora, son los más vulnerables ante la pandemia y la sociedad ha vuelto su mirada y sus manos hacia ellos para rescatarlos de este virus y convertirlos en una prioridad, como siempre se han merecido. Con la etiqueta #MayoresNoEstáisSolos ya hay montones de mensajes en Twitter para darles ánimo y apoyo.
- La familia unida:
El confinamiento ha obligado a convivir a las familias que antes pasaban el día dispersas en diferentes actividades. Se trata de una convivencia en ocasiones difícil, otras aburrida, incluso a veces casi traumática, pero que puede resultar divertida o enriquecedora.
No es Navidad, pero lo parece, tal y como apunta uno de los memes más difundidos del momento. La familia reunida en casa e incluso en la distancia, porque la crisis ha despertado el interés por saber hasta de los familiares más lejanos, esos a los que solo se llama cuando llega la hora de felicitarles las fiestas navideñas cada año.
- Conocer a los vecinos:
Antes nos cruzábamos con nuestros vecinos en el ascensor y no sabíamos, tras el saludo del rigor, si hablar del tiempo o recurrir a mirar el móvil. Desde que estamos confinados en nuestras casas los vemos casi todos los días por la ventana, cuando salimos a aplaudir a los sanitarios y otros profesionales esenciales.
Ya no son esos desconocidos que hacen ruido al otro lado de la pared, son los que cantan desde sus balcones para alegrarnos el confinamiento, los que nos dan ánimo sin nos cruzamos, guardando las distancias, en las escaleras. Ahora sabemos sus nombres, no los olvidemos cuando volvamos a salir a la calle.
- El tiempo recobrado:
Libros por leer, armarios que limpiar, idiomas que aprender, amigos a los que llamar… La cuarentena ha facilitado todas estas tareas que teníamos pendientes y que, una y otra vez, quedaban aplazadas por la carrera de la vida diaria.
Ahora que la cotidianeidad se he vuelto del revés hemos podido dejar de ir a apresurados de un sitio a otro y parar. Podemos aprender a pintar, a tocar la guitarra, o empezar a leer «En busca del tiempo perdido», la obra magna de Marcel Proust, y llegar al séptimo tomo: «El tiempo recobrado». E incluso podemos permitirnos el lujo de perder el tiempo, somos millonarios en horas.
- Buenos hábitos a diario:
Aprender a lavarse bien la manos, respetar el espacio vital de las personas, no apiñarse para hacer la compra, ponerse mascarilla para no contagiar cuando estemos resfriados, están entre las medidas fundamentales para combatir el coronavirus y para cuando recuperemos la normalidad.
Además, nos hemos concienciado de que hay que hacer algo de ejercicio todos los días, aunque sea con los rollos de papel higiénico o las bolsas de la compra y no con las pesas en el gimnasio.
- Tregua de crispación política:
El conflicto catalán, un año lleno de contiendas electorales y otras circunstancias llevaron a la política a un grado de crispación insoportable. La necesidad de establecer el estado de alarma y de prorrogarlo ha atenuado el enfrentamiento y, salvo algunas excepciones, el Congreso ha entonado el «todos a una».
El líder de la oposición, Pablo Casado, que hace solo un año llamaba «felón» al presidente el Gobierno, Pedro Sánchez, le dijo la semana pasada que ahora «no está solo» y la mano tendida entre ambos, junto con el apoyo de otros partidos, ha servido para convalidar la ampliación del estado de alarma.
La necesidad de combatir el coronavirus deja no solo un hemiciclo más desinfectado que nunca sino más «limpio» de insultos. Que dure.
- La sanidad pública, nuestro tesoro:
No nos cansamos de escucharlo casi todos los días: España tiene uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Un sistema formado por miles y miles de profesionales que están defendiendo al país frente al coronavirus, que luchan para vencer y son capaces de arriesgar sus vidas por ello.
Y no están solos porque se encuentran respaldados por los cuerpos policiales y el Ejército, por los trabajadores sociales y un sinfín de otros efectivos a los que les ha tocado estar en primera línea. Todos ellos merecen el aplauso diario y mucho más.
- Revalorizar lo humilde y lo cercano:
Hay muchos trabajadores indispensables en esta crisis. Las profesiones más humildes se han revalorizado y los sectores primarios cobran protagonismo, justo cuando los bajos precios amenazan su supervivencia. Naranjas de Valencia y no de la China son las que llegan antes a las casas para aliviar el confinamiento.
Ya nunca más se podrá decir con tono despectivo lo de ir a trabajar de cajero a un supermercado. Son profesiones que deberíamos de escribir con mayúsculas: Cajera, Pescador, Ganadera, Tendero, Camionera, Agricultor… como si fuesen cargos honoríficos.
- Cultura gratis para todos:
Conciertos por las redes sociales, obras de teatro online, libros de descarga gratuita, ópera en las webs, hasta recorridos virtuales por monumentos. La cultura ha entrado en todas las casas sin más coste que el de la conexión necesaria para poder acceder a la amplia oferta desplegada estos días.
Las bibliotecas, los museos, los teatros y las salas de conciertos han cerrado sus puertas, pero han abierto sus ventanas en internet para que todo el mundo pueda disfrutar del arte sin moverse del sofá. La Comisión europea hasta ha lanzado una campaña, bajo la etiqueta #CreativeEuropeAtHome, para agrupar estas iniciativas.
- Solidaridad con mayúsculas:
El espíritu de los voluntarios que fueron a limpiar el chapapote hace 18 años, tras el desastre del Prestige, no ha muerto. Sus herederos se encargan de la compra para los que están en cuarentena, hacen cadenas de mensajes para llegar a los aislados, rebajan el alquiler a sus inquilinos o cosen mascarillas para los sanitarios.
Decenas y decenas de iniciativas solidarias que han surgido por todas partes para intentar paliar los efectos de la pandemia. Una nueva marea blanca imparable que no debe quedar olvidada.
- El perro vuelve a ser el mejor amigo del hombre:
Esas mascotas olvidadas al otro lado de la correa se han convertido en un bien preciado, han vuelto a ser lo que siempre fueron: el mejor amigo del hombre y de la mujer. De cualquiera, en definitiva, que pueda sacarlos a pasear.
Los perros siempre estuvieron ahí, haciéndonos compañía y enseñándonos el valor de cuidar y proteger, y de ladrar a tiempo. Ojalá este verano no hagan falta las campañas para evitar su abandono.
- ¿Un alto el fuego?
El director general de la ONU, António Guterres, pidió esta semana un «alto el fuego mundial», detener todas las guerras para ayudar a hacer frente al coronavirus. La paz mundial, aunque sea temporal, siempre ha parecido un deseo imposible para la humanidad, pero ¿quién sabe?. Cosas más sorprendentes estamos viviendo ante la pandemia del COVID-19. No perdamos la esperanza. (EFE)
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