Mohammad Sadiq, un hombre paquistaní de 55 años, lleva más de la mitad de su vida en Japón, al que arribó en 1988 huyendo de su país, donde era perseguido por su oposición al gobierno.
Sus días en Japón podrían estar contados, pues las autoridades japonesas han ordenado que sea deportado a fines de mes.
Sadiq se resiste y tiene previsto demandar al gobierno de Japón para que le permita quedarse en el país alegando razones humanitarias: su esposa lucha contra el cáncer y él quiere seguir cuidándola.
En declaraciones a Mainichi Shimbun, el paquistaní dice que ser deportado es inconcebible. «No puedo dejar a mi esposa que está enferma. Mi familia está aquí en Japón».
Tras su arribo hace 31 años a Japón, Sadiq trabajó en obras de construcción y en una fábrica de autopartes, entre otros sitios. En 2007, fue detenido por permanecer de manera ilegal en Japón.
En 2009 fue liberado de manera provisional, pero se le prohibió trabajar. Su esposa, Liu Yun Jie, con su trabajo en un supermercado, se convirtió en el sostén de la familia. La tragedia se abatió sobre sus vidas cuando le diagnosticaron cáncer. Si bien su tratamiento ha concluido, aún debe visitar de manera regular el hospital y tomar medicamentos.
El Ministerio de Justicia de Japón tiene la potestad de otorgar un permiso especial de residencia por razones humanitarias, y a eso apela Sadiq.
«Quiero recibir la visa de residencia y trabajar para mantener a mi esposa. Tengo que luchar por la salud de ella», dice.
Sadiq solicitó un permiso especial para permanecer en Japón en 2007. Su petición fue rechazada, pero no se rinde. Ha pedido que su caso sea reevaluado seis veces sin éxito. Ahora espera que la situación cambie con la demanda que presentará contra el gobierno en el Tribunal de Distrito de Tokio. (International Press)
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