A poco más de una semana del ataque masivo en Kawasaki que mató a dos personas y dejó a 18 heridas, aún se desconoce qué impulsó a su autor, Ryuichi Iwasaki, a actuar. Posiblemente nunca se sepa.
El hombre de 51 años llevaba muchos años sin trabajar y aislado de la sociedad. No solía salir de casa y pese a que vivía con una pareja de tíos ancianos, casi no tenía comunicación con ellos. Esto ha conducido a que los medios se refieran a él como un hikikomori.
Cuatro días antes del ataque, un hombre, aparentemente Iwasaki, fue registrado por cámaras de seguridad cerca del lugar del apuñalamiento, una parada donde un grupo de niñas abordaba un autobús escolar.
La policía cree que el hombre estaba revisando la zona como parte de la planificación de su ataque. Los dos cuchillos de 30 centímetros que usó habrían sido comprados en febrero. Además, tenía otros dos en su mochila.
Todo apunta a un ataque premeditado y en ello hace hincapié el psicólogo y experto en crímenes,Takayuki Harada, entrevistado por la NHK.
Harada cree que Iwasaki tenía un plan detallado y un fuerte deseo de matar personas, posiblemente una obsesión.
El experto, sin embargo, afirma que su principal objetivo era suicidarse, no matar a otros. Iwasaki quería que el mundo le prestara atención en un retorcido deseo de ganar notoriedad.
NHK consultó también al periodista Morita Ishizaki, especialista en el tema de los hikikomori. Él mismo lo fue.
Ishizaki teme que el público perciba a todos los hikikomori como un grupo de personas de alto riesgo tras el ataque en Kawasaki.
El periodista dijo que hay que pensar en Iwasaki y los hikikomori como dos cosas separadas. De lo contrario, se “fomenta la discriminación contra los hikikomori y empeoran las cosas para ellos».
«Puedo imaginar que personas que están desempleadas por mucho tiempo y que tienen 50 años o más podrían sentirse desesperanzadas con respecto al futuro. Podrían pensar en suicidarse, en lugar de permanecer aisladas de la sociedad por el resto de sus vidas», declaró.
Es importante mejorar las relaciones con las personas que se han retirado de la sociedad, declaró Ishizaki, quien aconsejó no llamarlos hikikomori si no hay una relación de mutua confianza con ellos porque los hiere profundamente.
Por último, dijo que la mejor manera de apoyarlos -e impedir ataques como el de Iwasaki- es crear “un ambiente en el que todos sientan que es fácil comunicarse».
Un sondeo del gobierno realizado en diciembre pasado halló que 613.000 personas de 40 a 64 años son hikikomori.
A los tíos de Iwasaki, unos octogenarios, les preocupaba la salud mental de su sobrino y lo discutieron con funcionarios del municipio de Kawasaki en 2017.
Los ancianos, pese a su avanzada edad, se ocupaban de su sobrino. Le daban comida y dinero. Ellos temían por el futuro de Iwasaki y pensaban sobre qué podían hacer para que su sobrino pudiera arreglárselas solo.
Tan difícil era la relación entre los tíos y el sobrino, que para comunicarse con él aquellos le escribieron una carta que dejaron delante de su habitación.
El sobrino respondió que cocinaba y lavaba sus cosas solo, en suma, que podía arreglárselas por su cuenta y que no le gustaba que lo vieran como un hikikomori. (International Press)
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