Llegaron a Japón con grandes expectativas. Recibirían capacitación en aquello en lo que se habían especializado y después volverían a Filipinas para volcar en su país los conocimientos adquiridos en una de las economías más grandes del mundo.
Nada de eso ocurrió. No aprendieron lo que se suponía que tenían que enseñarles, hicieron trabajos que no les correspondían, los despidieron y fueron forzados a abandonar Japón.
El domingo 18 de noviembre, dos años antes de lo programado, 20 aprendices filipinos dejaron Japón para retornar a su país. Trabajaban en Hitachi.
Uno de ellos, un hombre de 24 años, logró extraer al menos algo positivo de su penosa experiencia: su caso puede servir de advertencia a otros filipinos para que sepan que el programa de capacitación técnica del gobierno de Japón (criticado por ser fuente de mano de obra barata y por los maltratos que sufren algunos aprendices) no es lo que pintan.
El joven declaró a Asahi Shimbun que fueron despedidos por solicitar una mejora de sus condiciones laborales.
Los filipinos no podían quejarse de su trabajo debido al contrato firmado con una organización autorizada por el gobierno de Filipinas que envía aprendices a Japón.
Cualquier queja o denuncia sobre el trabajo constituía una violación del contrato y los aprendices tenían que volver a su país por sus propios medios.
«Estábamos bajo amenaza», dijo.
Muchos de los despedidos enfrentan deudas que contrajeron en su país para ingresar al programa de capacitación técnica.
Los 20 que dejaron Japón el domingo no fueron los únicos despedidos. Hitachi despidió en total a 99 aprendices filipinos que trabajaban en una planta en la prefectura de Yamaguchi.
Los filipinos, en teoría, debían aprender, por ejemplo, a ensamblar equipos eléctricos de tableros de control de trenes.
El joven de 24 años entrevistado por Asahi dijo que no aprendió nada en Hitachi. Durante el tiempo que estuvo en la compañía le encargaron trabajos que no requerían ninguna habilidad como tirar de los cables de los vagones.
En Filipinas estudió ingeniería eléctrica en una universidad.
Otro exaprendiz trabajó instalando inodoros y tuberías de drenaje en vagones de tren, tareas que no le correspondían, según el contrato que firmó.
Echados por Hitachi, el visado de los filipinos cambió de aprendices técnicos a visitantes de corto plazo, motivo por el cual 20 dejaron el país el domingo.
Los aprendices despedidos se unieron a un sindicato. En un acuerdo extrajudicial, Hitachi aceptó pagar los salarios que los filipinos habrían ganado si no los hubieran botado.
La investigación continúa y, según Asahi, las autoridades japonesas aún no han decidido si permitir que Hitachi continúe recibiendo aprendices extranjeros.
La compañía japonesa niega que haya actuado de manera impropia con los filipinos.
No solo Hitachi está en la mira de las autoridades japonesas. Friend Nippon, la agencia de empleo que envió a los aprendices a Hitachi también podría recibir sanciones administrativas.
Antes de venir a Japón, los aprendices tenían que graduarse de un instituto de formación profesional en Filipinas relacionado con Friend Nippon. Para estudiar en él, muchos solicitaron préstamos de aproximadamente 150.000 yenes (alrededor de 1.300 dólares).
Tanto Friend Nippon como la organización filipina que envía a los aprendices a Japón se abstuvieron de emitir comentarios sobre el caso.
Con respecto al nuevo programa de visado que el gobierno de Japón prevé implantar en abril de 2019, un aprendiz filipino declaró: «Me doy cuenta de que Japón se enfrenta a una escasez de trabajadores. Rezo para que el nuevo visado no sea un sistema destinado a engañarnos». (International Press)
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